martes, octubre 18

LA MARAVILLA DEL COMPROMISO INTERIOR

Enrique le daba vueltas a la idea de tener coraje y valentía en su vida. Personalmente nunca había lidiado bien con esas palabras. El coraje y la valentía eran más bien conceptos de lucha. En él no existía la lucha como tal. Su experiencia estaba lejos de esos conceptos. Sentía que se había superado mucho en su vida. Sentía que se habían producido cambios muy significativos.

Pero, nunca los había conceptuado como “coraje” y “lucha”. Para Enrique era más bien tener las ideas claras en las mentes. Recordaba uno de esos momentos donde le dio un vuelco a su vida. Su familia nunca había podido darle apoyo económico para ir a la universidad. Así, una vez casado, junto con su esposa hicieron planes de ir a la universidad.

Tenía un trabajo digno, un salario aceptable, una estabilidad económica, una situación familiar buena y había podido comprarse un piso. Sin embargo, algo en su interior le pedía llevar a cabo su ilusión: ser universitario. Su necesidad interna era fuerte. No podía dejar de hacerlo. Miraba su vida. Podía estar contento. Pero, ese vacío interior le horadaba el alma. 

No podía vivir sin realizar esa idea, ese logro, ese objetivo, ese sueño que rondaba su vida, su cabeza, sus pensamientos y los deseos internos del alma. Encontró apoyo en su esposa. Al año y medio de casados, dejaron su hogar, sus amigos, su entorno. Se fueron a la capital. Se fueron a realizar su sueño. Los dos felices hicieron las maletas. La universidad los esperaba. 

La familia intentó mediar, disuadir, desanimar, dejar de lado los sueños. Enrique se quedó prendado por la contestación de su esposa a sus familiares. Lo tenía muy claro. Les dijo que estaba comprometida con esos sueños de su esposo y donde fuera le seguiría. Unas experiencias preciosas que salían de ese vacío de su corazón que necesitaban llenar. 

Enrique y su esposa eran dos jóvenes normales. Tenían sus condicionamientos económicos y sus limitaciones. Pero, el sueño interior era realmente grande. De ahí salía una energía potente, fuerte, maravillosa, fabulosa e interminable. Nunca se plantearon tener coraje ni lucha. El sueño les orientaba en su vida y les dirigía con toda su fuerza. Se dejaban llevar por esos vientos potentes de bondad y dirección que le impedían ir en otro sentido. 

Un sueño grande era capaz de catapultar las energías de la vida. Enrique se quedaba asombrado por los descubrimientos de la neuroplasticidad. Aquel sueño les producía cantidades de dopamina y serotonina capaces de dinamizar y activar todas las áreas del cerebro y de la vida. La ilusión invertida les impedía producir glutamato y cortisol que destruían las raíces la existencia. 

Enrique estaba contento con aquel compromiso interno de superación. Ese proceso les llevó a él y a su esposa a terminar sus estudios universitarios. No fueron valientes, no tuvieron coraje. Fueron siguiendo la luz de esa comprensión interna de vida, de sueño, de ilusión. Empezaron a entender una frase enigmática: “dejad que los muertos entierren a sus muertos”. Se vieron como muertos si no seguían su luz de la vida, su luz de la superación, su luz de la comprensión. 

Y en ese proceso, lleno de alegría, claridad y comprensión, encontraron el entusiasmo y la paz de dos almas orientadas por el fuego del compromiso y la pasión.

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