lunes, octubre 10

LOS TRES PASOS DE LA FELICIDAD

Sebastián le estaba dando vueltas en la cabeza a una intuición que le había llegado. Había descubierto una unidad de actuación en su vida. La repetía y la repetía. En momentos funcionaba. En otros, le frustraba. Se quedaba maravillado del comportamiento tan sencillo que se desarrollaba en su interior. Pensaba en la mejor manera de compartirlo. Decidió que debía escribirlo y poder leerlo y comprenderlo. 

Esa unidad de comportamiento se resumía así: “Había una situación que le atraía. Imaginaba esa situación de muchas formas. Le ponía sus ideas, sus expectativas, sus deseos y su forma de evolucionar. Si en la vida, se daban sus expectativas, entonces era feliz. Si no se daban, entonces se frustraba. Así que podría expresarla en tres puntos: 

El primero era la situación que se presentaba. El segundo era la imaginación de su desarrollo y de sus expectativas. El tercero era su felicidad o su frustración según cómo se dieran en la vida. 

Sebastián, en sus reflexiones, estaba viendo que el segundo era el determinante. Sus ideas, sus experiencias, sus deseos y sus expectativas jugaban un peso total. El tercer punto era la consecuencia de sus composiciones en su mente. 

Sebastián se basaba para formar ese punto en sus experiencias, en su pasado, en sus lecturas y en sus expectativas. Reconocía que se cerraba en sí mismo. No planificaba alternativas. No estaba abierto a otras posibilidades que la vida quería ofrecerle. No había un punto en su pensamiento que le dijera que podría ser así o podría ser de otra manera. La vida siempre era sabia y nos podía dar otras hermosas sorpresas. 

Alguna que otra vez, había pensado que la vida tenía una alternativa mejor a la de sus imaginaciones. Lo había vivido. Lo había experimentado. Había reconocido que la vida era más sabia, más completa, más comprensiva y sabía más del cambiante corazón humano. Se había visto sorprendido por su reacción al tercer punto. A pesar de ser mejor, su reacción inicial había sido de infelicidad. No se había producido según sus pensamientos. 

Pero la cordura se había impuesto al reconocer su error, su equivocación, su falta de sabiduría. A veces no era fácil aceptar su falta de visión. Sentía al ego que le apretaba. Le decía que la felicidad no era completa porque no se había producido según sus planes. Sebastián admitía el fracaso del ego. Esa forma de hablar estaba equivocada. Nadie sabía todas las cosas. Nadie tenía toda la sabiduría. 

Y si había una idea hermosa, era la libertad de aprender y de abrirse a la expansión constante. Eso abría los pulmones. Le daba ilusión al alma. Alegría al corazón. Una energía maravillosa electrificaba todas las conexiones de sus sueños. Eso era vida. Y vida en abundancia.

Así, en el punto dos de su unidad de pensamiento, añadiría un apartado que diría así: “Si no se da como yo pienso, estaré abierto con paz y con alegría a la alternativa de la vida. Aprenderé su propuesta. Todo será maravilloso”. Así con esta inclusión, el punto tercero estaba claro. Siempre estaría feliz. Ninguna circunstancia le robaría la felicidad de sus huesos. 

Los siguientes pensamientos le animaban: “Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo (sabiduría): como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad (ambas como consecuencia del segundo punto)”.

“Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe”. 

“En él nada del pasado (ignorancia) te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto (listo para ser feliz), completamente libre y sin condenación alguna (libertad). 

Sebastián se daba cuenta de esa limitación del ego que le imponía cerrarse a las alternativas. Ya quedaban fuera de su vida. La libertad le había visitado. La canción con su hermosa melodía había sonado en los aires. Sus perfumes de vida le habían conquistado. ¡Bendita apertura a las alternativas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario