viernes, octubre 7

SIN PREOCUPACIONES, SIN INQUIETUDES, SIN ANSIEDADES

Marce repasaba sus años de estudios. Muchos nombres de materias venían a su mente. Desfilaban las papeletas que recibía. El bedel se las entregaba y veía con anterioridad las notas. Así que la cara del bedel era toda una premonición de la altura de la calificación. Los programas de estudios estaban grabados en su mente. Las experiencias se sucedían a lo largo del tiempo.

Estudiar, para Marce, era una grata alegría. Iba comprendiendo un poco más la vida. Iba abriéndose horizontes. No podía estar sin estudiar, sin clarificar su mente, sin investigar un poco más. Casi nunca se daba por satisfecho. Siempre más, un poco más. Sin darse cuenta, una idea, como una estrella fugaz, cruzó su mente. Un chispazo le dejó deslumbrado. Su corazón empezó a latir con fuerza. 

La alegría ante la insinuación brotó con fuerza. Sus pulmones se ensancharon y su corazón latía pleno de armonía. Había aprendido muchas materias y muchos conocimientos. Pero, la idea fue aclarándose en su mente, y pensó que debía haber aprendido a estar libre de preocupaciones, inquietudes y ansiedades. 

Tres palabras que había pronunciado muchas veces. Algunas referidas a él. La palabra preocupación la había asociado con angustia. Preocupación era como pre- (es decir, con antelación) ocuparse. Decir que uno se ocupa de las ideas no en su debido momento sino anticipadamente. Eso le provocaba montarse muchas escenas teatrales en su mente. Y, como siempre sucedía, en la mayor parte de los casos, innecesaria. 

Inquietud era falta de quietud. Era falta de paz. Falta de paz por pensamientos inadecuados e imaginados. La tercera, ansiedad, le subrayaba el miedo por el futuro según su imaginación. Marce se decía que además de todas las materias estudiadas, debía haber estudiado en clase, con las personas adecuadas, estas tres vertientes de la vida. Se estudiaba cómo superar muchas cosas. 

Pero no se estudiaba cómo superar estos tres escollos de la vida diaria y regular de las personas. Por ello, estaba absorto ante aquellas líneas: “¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocupaciones, ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo?”

“Ese es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más”. Marce se quedaba estupefacto. Se veía enfrentado con sus deseos internos. Era lo que necesitaba, lo que anhelaba, lo que vibraba en su corazón. Sin embargo, nunca lo había considerado como una asignatura. Y ahora le proponían que era el objetivo de su vida: aprender a no tener inquietudes, preocupaciones ni ansiedades. 

¡Cuántas horas y cuánto esfuerzo había dedicado a superar cada materia! ¡Con qué interés se había dedicado a su estudio y a su práctica! Nunca había considerado aprender paz, tranquilidad, confianza, serenidad. Y ahora descubría que el objetivo del tiempo, del que disponía, solamente tenía una idea: aprender la paz, aprender a vivir plenamente en el presente. 

Marce no sabía qué decir, ni qué pensar. Seguía leyendo: “El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes”. 

“Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedicado que sólo aprendas de Él”. Marce veía con claridad que debía matricularse, seguir las orientaciones del Maestro, y entregarse al conocimiento de tales enseñanzas.

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