Eusebio, siempre tan aficionado a las precisiones, a las determinaciones y a los conceptos delimitados, estaba contento. Deseaba tener para sus pensamientos la misma claridad que habían alcanzado las ciencias. Todas ellas se llamaban ciencias porque describían con claridad sus conceptos y sus definiciones. Era una seguridad que le llegaba muy hondo. Eran verdad y podía caminar por ellas.
Por ello, ante la posibilidad que tenía de elegir entre varias alternativas, siempre se preguntaba si habría elegido bien. La pregunta que siempre se elevaba en su corazón era importante: ¿Decido yo mismo en caminos equivocados o decido en los caminos del Padre Celestial? Una claridad en esos temas era deseable.
Era importante para Eusebio porque había decidido caminar en los pasos del Padre Celestial. Por ello, quedaba sorprendido al encontrar respuesta a su inquietud de una forma clara y sencilla. “Existe una prueba - tan infalible como el Padre - con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad”.
“Si en realidad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti, comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección del Padre, y no la tuya”.
Eusebio entendía ahora un poco mejor esa afirmación de Jesús respecto a la paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. No le había dado una trascendencia tan importante como se la estaba dando la cita. Era una cosa buena desear la paz. Pero, la paz no era una mera cualidad más placentera, más deseable, más agradable.
La paz se convertía en una sensibilidad que le tocaba el alma, que le definía su dirección, que le clarificaba por donde marchaba, que le indicaba la cualidad de sus decisiones. Era una estrella polar en su camino. Era la brújula de sus orientaciones. Era el espejo de su cara. Era la luz de su mirada. Por ello, se centraba en la continuación de la cita.
“A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean”.
“La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: tienes la firme convicción de que no es posible aceptar para el Hijo del Padre, lo que su Padre dispuso para él”.
Eusebio se quedaba totalmente sorprendido. ¿Cómo era posible aceptar grados de dureza, enfrentamiento, distancia y lejanía? Lo que más le impactaba era la naturalidad con la que lo había aceptado. La vida era un difícil equilibrio donde la paz no siempre triunfaba. Pero, sentía en su fuero interno la profunda creencia que se había desarrollado en contra de aceptar la paz que el Padre nos ofrecía.
Ahora concluía que cada persona es un remanso de paz. Era una cualidad de su alma. Era la característica de su vida. Y que él colaboraría para confirmarla.
En paz siento. En paz vibro. En paz traduzco los mensajes de la Tierra. En paz revive el alma. En paz, todo ocupa su lugar. En paz, todo retorna a su balsámico hogar. En paz, la bondad reside en nuestro lecho estelar. En paz, reconocemos la inmensidad del caminar junto a Dios. En paz, tu y yo somos unidad. En paz, entregamos la ilusión a la Divinidad.
ResponderEliminarEn Paz, somos. En paz, apreciamos. En paz, glorificamos el pensamiento de cristo. En paz, hacemos la auténtica obra. En paz, reside nuestra realidad. En paz, saltamos al lúgubre pensamiento con la seguridad de que somos creados en lo sempiterno de la Verdad.
La paz nos rodea. Nos define. Nos da nuestra esencia. Bendita paz que nos devuelve nuestro tesoro profundo del alma.
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