Rafa estaba sintiendo algo especial en aquellos momentos. Toda su vida se desplegaba delante de él. Sentía en aquella voz que le hablaba a través de aquellas líneas, su propia voz interior. Era como un espejo donde se reflejaba. Cuando veía todas esas propuestas se veía identificado como si fueran suyas. Algo especial vibraba que le llevaba afirmar que eran sus propias experiencias y sus propias palpitaciones queridas.
Notaba que su visión crecía, se ampliaba, se hacía consistente y se construía sobre una sólida base de confianza y verdad interna. Era como hablar con la Vida. Era como mantener esa conversación donde todo ajustaba, donde todo crecía a su ritmo auténtico y verdadero. Era como florecer y ser consciente de ese proceso. Rafa no se lo creía pero, lo experimentaba y lo vivía.
Esa voz sencilla, sutil, profunda y sabia de Jesús le llegaba, le llenaba, le daba luz y una confianza conjunta de unión y de amor: “Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tampoco lo hice”.
“Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti”.
“Sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que mantiene al anfitrión del Padre cautivo de la culpabilidad y de la debilidad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él”.
“Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza”.
“No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz”.
“Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti”.
Rafa no podía hablar. No podía articular palabra. El silencio descendía sobre su mente. Sus palabras quedaban sin articulación. “Era un panorama demasiado bello para ser verdad”, le dijo una idea sin voz que pasó por su mente. Pero, otra voz silenciosa se elevaba desde su corazón. “Es el panorama real que descendía sobre nosotros como sencilla y profunda verdad”. Rafa se fijó en los intercambios asociados a la pequeñez y a la grandeza.
PEQUEÑEZ
|
GRANDEZA
|
Cautividad en la culpabilidad y en la
debilidad.
|
Gozosa conciencia de la gloria que mora en
el interior.
|
El intercambio le parecía vital. Por un lado, dejar la pequeñez centrada en la culpabilidad y en la debilidad. Y por otro, admitir esa gozosa conciencia de la gloria que moraba en cada uno de nosotros.
Los otros dos intercambios le dejaban sorprendido y con apenas tiempo de reacción.
PEQUEÑEZ
|
GRANDEZA
|
No pienses en
el pesebre.
|
Piensa en el
altar de la santidad que está en tu mente. Allí mora en perfecta paz.
|
Mi Reino no es de este mundo.
|
Mi
Reino está en ti
|
“Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza”. Rafa observaba que esas propuestas no estaban desorientadas. Su interior se las aprobaba. Se ponía contento. Se elevaba. Se llenaba de paz y de sabiduría a la vez. Se sentía volar con todas las potencias de su alma. Todo se trataba de un intercambio tranquilo, sencillo, lleno de consciencia, completo en su comprensión.
“Sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo”. Esto le vibraba de un modo especial a Rafa. Había visto, en su vida, la actitud general de generosidad de los padres hacia sus hijos. Los padres educaban, enseñaban, ayudaban, perdonaban y orientaban a sus hijos en los mejores pensamientos y en las mejores decisiones. Si tenían medios para favorecer a sus hijos, con gozo, lo compartían con ellos.
Por ello, entendía que el Padre, el Creador, el Infinito, en esa misma línea de apoyo, enseñanza y libertad, ofrecía a sus hijos, esos tesoros que estaban a su disposición. “Basta ya de pequeñez”, decía Jesús, “Os invito a hacer el intercambio entre la pequeñez y la grandeza”.
Rafa se quedaba atónito. Descubría, por primera vez, la amplitud concreta de su Padre hacia su vida, hacia sus pensamientos, hacia su gozo, hacia su plenitud, hacia su felicidad. Y una voz, ahora sí audible, subía verticalmente por su garganta con un SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ fuerte y sonoro ante el regalo maravilloso de Su Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario