Ramón estaba pensando en la petición que su amigo le había hecho aquella mañana. Estaba próximo a sufrir una operación de corazón. Las incertidumbres aparecían en el horizonte. Siempre había una posibilidad de un fallo, de una incidencia inesperada, de algo que se complicara. El doctor le había explicado bien lo que iban a hacerle. Le sacarían el corazón. Le arreglarían la válvula obstruida y se lo volverían a poner.
Siempre que se trataba del corazón imponía. La vida latía con sus impulsos y su desaparición unos instantes para ser reparado, toda una osadía. Sin embargo, el doctor lo había tranquilizado. Nada iba a ocurrir. Su amigo, creyente, confiado en la realidad divina, habló con Ramón. Le había pedido que orara por él en dicho encuentro. Le dijo que confiaba mucho en Ramón y que el Creador le escuchaba por su fidelidad y por su compromiso diario con Él.
Ramón se quedó sorprendido. Su amigo era director de una oficina bancaria. Tenía muchas relaciones con todos los clientes y con todos los vecinos de su barrio. Sabía usar las relaciones para conseguir sus fines. Tenía tal entramado de relaciones que podía pedir favores y conseguir sus objetivos. Muchos amigos suyos le pedían favores y él, con sumo gusto, les atendía en sus peticiones.
Esa trasposición de relaciones en el nivel profundo espiritual le había sorprendido a Ramón. El Creador conocía directamente a sus Hijos. No necesitaba la intermediación de nadie. Se le podía hablar directamente. Por una parte, sentía el aprecio de su amigo, la consideración por su vida profunda y auténtica. Por otra, veía como una especie de favor la intercesión frente al Creador.
El Eterno conocía a Sus Hijos por nombre. No estaba lejos de nadie. Estaba en el corazón de cada un@. Se le podía hablar sin necesidad de ayuda de nadie. Ramón se quedó callado frente a la petición. Su amigo interpretó que su silencio era su aceptación. Se quedó tranquilo. Aquel incidente fue como una luz para la vida de Ramón. Se trasponía al Creador todos los mecanismos de intermediación que había creado el hombre.
El Eterno no era como los hombres habían pensado. Estaba al alcance de cada persona. Estaba dentro del corazón de cada un@. Estaba en la mente en esos pensamientos comprensivos. La distancia con el Creador no era la distancia de los cielos. La distancia del hombre con su Creador era la distancia que había entre su mente y su corazón. Una distancia que debía salvar solamente cada Hij@ del Padre.
La distancia entre el hombre y el Creador era la distancia entre el hombre y el trato que tenía con cada Hij@ del Padre. “Cuando vengas a ofrecer una ofrenda al Padre, piensa si tienes alguna incidencia con tu hermano. Si la tienes, ve y reconcíliate con Él. Entonces vuelve y presenta tu ofrenda al Padre”.
Ramón sentía el gozo infinito de saber que su Padre estaba con él de una forma tan directa, tan sencilla y tan cercana que ambos tenían el mismo objetivo de sentir el amor en su amplitud y en su abrazo universal.
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