martes, noviembre 8

LEYES DE AMOR EN LA EXPERIENCIA

Lucas estaba pensando en esas normas no escritas del corazón. Conocía muchas normas escritas en papel. Conocía muchas de sus interpretaciones. Pero se declaraba totalmente sorprendido y superado ante dos experiencias que se habían quedado grabadas en su mente y en su corazón. Sin la solución que se les había dado, nunca las hubiera podido vislumbrar ni siquiera proponer por la fuerza de las evidencias.

La primera experiencia que vino a su mente fue la experiencia de Salomón ante las dos mujeres que clamaban ambas ser la madre de un niño. Un caso de especial relieve. Una difícil situación en momentos donde el ADN no funcionaba. Los análisis de sangre no actuaban y no había más ayuda que la intuición de un hombre ante esa petición. 

Ante el caso, Salomón no reclamó ninguna norma escrita en papel. Ninguna le podía ayudar. Nada escrito le podía dar esa herramienta que pudiera discernir la verdad. La sabiduría no estaba escrita en ningún rollo de sabiduría. Salomón tuvo que recurrir a las normas de amor del corazón grabadas por la creación en cada ser humano. Ahí encontró el filón. Lucas pudo darse cuenta de que las normas escritas en el corazón eran fuertes y poderosas. 

Sin esas leyes escritas por la naturaleza, Salomón no podría haber encontrado la verdad. Y son esas leyes las que hablan de una creación amorosa total. Todos los seres humanos tenían una potencialidad infinita de amor en su corazón. Cuando se tocaba esa potencialidad, salía a flote y se manifiestaba de una forma extraordinaria. 

Así, Salomón, asiendo esas normas amorosas del corazón, dio su veredicto con total normalidad porque sabía la respuesta sin ninguna duda. “Cortad al niño en dos mitades, y dadle la mitad a cada una”. La auténtica madre no había aprendido el amor en ninguna institución. No había leído escritos para desarrollar el amor hacia su bebé. Lo había llevado en su interior. Se había comunicado con él. 

Había tenido sus conversaciones. Habían comido la misma comida y habían reído por las mismas incidencias. Habían crecido juntos. Estaban hechos de la misma carne, de la misma sangre, de las mismas células que compartían los dos. La ligazón era suprema. Compartían el cuerpo, compartían el corazón. La función entre los dos estaba clara. La mamá comía y el bebé comía. La mamá bebía y el bebé bebía. La madre sabía que su bebé lo necesitaba. 

Su crecimiento físico dependía de ella. Su crecimiento del ser también se lo daba en forma de amor y de mucha comprensión. Sus caricias exteriores, sus sones interiores. El latido del corazón sonando en el mismo cuerpo. Todo lo guiaba en su proceso. Había aprendido la lección de la naturaleza, del Creador, de la unión y de la simbiosis que se daban entre madre y bebé. La vida se transmitía sin ningún muro que impidiera su manifestación. 

A todo ese mundo de relaciones se dirigió Salomón. El amor grabado en sus células, convertido en normas de amor experiencial, se desprendieron y saltaron sin ninguna duda, sin ninguna contradicción. “Dadle el niño a esa mujer”, dijo la verdadera madre. La madre continuó realizando la función que había empezado: proteger la vida de su hijo. Y lo siguió protegiendo. Y siguió cantando a la naturaleza ese amor que había escrito en cada centímetro de su cuerpo. 

Salomón le devolvió a su hijo para que siguiera realizando el trabajo amoroso, protector, educativo y silencioso de ese corazón lleno de amor. Lucas se quedó lleno de encanto y sabiduría por esa experiencia. Pensaba en la segunda experiencia y la dejó para el día siguiente. La naturaleza tenía leyes escritas en el corazón que no estaban escritas ni en rollos ni libros.

4 comentarios:

  1. Si el amor encuentra reposo y sabiduría en la voluntad del corazón. ¿Por qué discutimos entonces su insondable autoridad? ¿Qué nos plantea cuestionar sus actos? ¿Dónde, en cualquier caso, encontramos su sabiduría?

    ResponderEliminar
  2. Pascal ya nos recordó que el corazón tiene razones que la razon no entiende. Toda norma que anule al corazón distorsiona el amor.

    ResponderEliminar
  3. Pero inhibe totalmente a la mente, amigo. Desarticula todo argumento que ésta pudiera crear, en pos de los demás y a uno mismo, ciertamente.

    ResponderEliminar
  4. La mente nuestra donde quiere llegar el corazón. Si el corazón desea el amor, la razón sigue ese camino. Si desea la guerra, la mente sigue ese camino. El corazón es la fuerza y la motivación. La razon lo sigue.

    ResponderEliminar