jueves, diciembre 22

EL CUERPO SIGUE LOS DICTADOS DE LA MENTE

Daniel había estudiado la constitución del cuerpo en sus estudios. En un libro que leyó, hacía tiempo, se quedó impresionado con los primeros intentos de la medicina de conocer el interior del cuerpo. En la Edad Media, un grupo de médicos solían extraer, de las personas fallecidas, los órganos para conocer su peso, su configuración, su aspecto, sus características. 

Le llamaba la atención. Esos médicos se jugaban la vida. Lo hacían de forma secreta. No podían exponerlo al público. Si alguien los delataba, serían ejecutados. Eso de las autopsias, tan normales en nuestros días, no se permitían bajo ningún concepto en esos tiempos medievales. 

Así, al pasar los tiempos, podíamos tener dibujos, imágenes, muy precisas del exterior y del interior de nuestro cuerpo. Cada detalle, cada órgano, cada vena de nuestro organismo estaba bien diseñada y expuesta en los libros para su total conocimiento. El cuerpo, de esa manera, había revelado sus secretos. 

Daniel, sin embargo, echaba de menos el conocimiento de la interacción de la mente con el cuerpo. Eso no salía en los dibujos. El pensamiento era lo fundamental de nuestra vida. Era lo que realmente nos distinguía de otras especies. Y siempre, en su mente, rondaba esa idea. Quería conocerla. 

“El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfermedades a sí mismo”. 

“No tiene necesidad de que se le cure”. 

“El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo”. 

Daniel recordaba su experiencia cuando tuvo cierto malestar con su estómago. Fue a ver al médico. Le explicó sus síntomas. Le dijo lo que le pasaba. El médico le hizo una pregunta que nunca pudo olvidar: “¿Has tenido algún disgusto estos días?”. Daniel pensó. De inmediato, le vino a la mente el terrible disgusto y revés que había tenido dos días antes. Se lo dijo al médico. 

El doctor le dijo: “ya está todo claro”. Le dio la receta con el producto adecuado. Daniel salió de esa visita con una idea clara. El cuerpo no enfermaba, sino lo enfermaba la mente. Entendía mucho mejor esas líneas: “El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo”. 

Daniel entendió que su mente quiso utilizar el cuerpo para expresar sus emociones negativas y sus fuertes expresiones de oposición. Rompió su equilibrio e influyó en su proceso de digestión. Al leer aquellas frases se quedó pensativo, reflexivo. Se daba cuenta de que debía cuidar su pensamiento. Al hacerlo, cuidaba también su cuerpo. 

En aquellos momentos serenos, de tranquilidad y de paz, tomaba decisiones en su interior. Era estupendo ejercitar las mejores ideas positivas en su vida. Era fabuloso adquirir sabiduría. Viendo la influencia de su pensamiento en su cuerpo, era también su objetivo, cuidarlo desde su mente, con toda la atención y amor del mundo.

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