jueves, julio 27

¿ELEGIMOS NUESTROS SUEÑOS?

Mateo sabía y había estudiado que los sueños de cada noche tenían relación con los hechos acaecidos durante el día. Después del sueño, buscaba durante el día anterior las incidencias habidas para descubrir esos sentimientos escondidos, que se habían procesado hacia el interior y no habían tenido ocasión de expresarse. 

Los miedos no resueltos durante el día se proyectaban durante la noche cuando la censura de la vigilia no actuaba y entonces, con todo su poder, se manifestaban con toda intensidad en pesadillas y angustias que atormentaban al cuerpo y, en ocasiones, era necesario despertarse para no seguir sufriendo una angustia indescifrable. 

Mateo sacaba de esos planteamientos dos claras conclusiones. Una de ellas era que la causa siempre estaba en la vida consciente. Por ello, si era capaz de manejar con sabiduría su mente consciente, iría eligiendo los pensamientos positivos, los pensamientos de concordia, de comprensión, de perdón, de relax y de unión. 

Esos pensamientos no tendrían necesidad de salir por las noches para seguir atormentándole. Si salían, lo harían en forma de alegrías, de goces y de satisfacciones. La otra conclusión era que siempre pensaría en sus miedos y temores con mucho cuidado. No se podían ocultar, evitar, negar, dejar de lado y no pensar en ellos. 

Nosotros podríamos ignorarlos, pero estaban dentro y durante el sueño saldrían con toda su fuerza. Había que solucionarlos durante el día. Era una decisión que estaba en nuestras manos. “Acepta el sueño que Él te dio en lugar del tuyo. No es difícil cambiar un sueño una vez que se ha identificado al soñador”. 

“Descansa en el Espíritu Santo, y permite que Sus dulces sueños reemplacen a los que soñaste aterrorizado, temiéndole a la muerte. El Espíritu Santo te brinda sueños de perdón, en los que la elección no es entre quién es el asesino y quién es la víctima”. 

“Los sueños que Él te ofrece no son de asesinatos ni de muerte. El sueño de culpabilidad está desapareciendo de tu vista, aunque tus ojos están cerrados. Una sonrisa ha venido a iluminar tu rostro durmiente. Duermes apaciblemente ahora, pues estos sueños son sueños felices”. 

Mateo abría los ojos por la mañana. Había tenido un buen descanso. Sabía que todo estaba en el día que se estaba viviendo. Abría sus ojos y decidía en su interior abrir su corazón, su mente, sus ideas, a la comprensión, al abrazo y a la resolución de problemas. 

Cada día, cada momento era una ocasión de ir avanzando en el sueño que el Espíritu Santo nos proponía, nos ofrecía y nos recordaba. No había lugar para el enojo ni para el enfado. 

Todo tenía solución. Tarde o temprano tenía que encontrarla. Los miedos tenían que ser desechados. Por ello, trataba de solucionar cualquier conflicto en cada momento. El sueño, por la noche, sería de un gozo pleno y de un gran y radiante esplendor.

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