Marcos reconocía que estaba de alguna manera limitado a su cuerpo. Los cuerpos eran el punto central de su vida. Las apariencias le decían mucho de los demás. El nacimiento y la muerte ponían los límites al cuerpo. Y la idea de la conciencia era algo que estaba subordinado al cuerpo.
A pesar de ese lugar central del cuerpo, admitía que las emociones más hermosas no provenían del cuerpo. Tenían su origen en la conciencia, en su inteligencia, en su capacidad de imaginación, en sus visiones amorosas que eran capaces de interpretar la apariencia corporal de los demás de muy diferente manera.
Los ojos no eran capaces de captar la belleza interna de nadie. Sin embargo, unos ojos enamorados veían a la amada como la más hermosa, como la más deleitable, como la más estupenda. Los ojos veían lo mismo. Los ojos no veían de forma diferente. No captaban formas distintas ni colores nuevos. Ante la misma imagen, el sentimiento enamorado interpretaba la imagen de forma distinta.
Y ese punto de interpretación era donde entraba la conciencia. Ante la misma forma material del cuerpo, la conciencia interpretaba de forma totalmente diferente. Se podría decir que la conciencia era el punto de interpretación de la forma material.
Recordaba a un compañero suyo en su juventud. Se había enamorado de una muchacha. Veía en ella una belleza que otros ojos no veían. La pregunta que le hizo le dejó sin palabras: “¿A que es la chica más guapa de todas? Marcos se quedó perplejo. No podía herir a su compañero en la respuesta. No podía mentirle tampoco.
Hacía poco que había estudiado psicología. Recordaba que las emociones eran selectivas. Basándose en ese comportamiento, le dijo que realmente el enamoramiento era capaz de ver en la otra persona todo lo maravilloso que contenía. Gratamente lo felicitaba y se congratulaba de ese amor que estaba sintiendo y que disfrutara de esa emoción.
Los ojos no engañaban a nadie. Todos veían lo mismo. La diferente interpretación de la conciencia marcaba la diferencia. Esa conciencia no era el cuerpo. “El cuerpo es el personaje central en el sueño del mundo. Sin él, no hay sueño, ni él existe sin el sueño en el que actúa como si fuese una persona digna de ser vista y creída”.
“Ocupa el lugar central de cada sueño en el que se narra la historia de cómo fue concebido por otros cuerpos, cómo vino al mundo externo en el cuerpo, cómo vive por un corto tiempo hasta que muere, para luego convertirse en polvo junto con otros cuerpos que, al igual que él, también mueren”.
“En el breve lapso de vida que se le ha concedido busca otros cuerpos para que sean sus amigos o sus enemigos. Su seguridad es su mayor preocupación; su comodidad, la ley por la que se rige”.
“Trata de buscar placer y de evitar todo lo que le pueda ocasionar dolor. Pero, por encima de todo, trata de enseñarse a sí mismo que sus dolores y placeres son dos cosas diferentes, y que es posible distinguir entre ellos”.
Marcos veía que esa visión del cuerpo era incompleta. Los dolores y los placeres no eran en absoluto diferentes. Las dos sensaciones eran lo mismo. Pero, los placeres eran muy queridos y ansiados y los dolores eran sufridos y aguantados con tenacidad y gran contrariedad.
Esa diferente actitud les hacía creer que eran distintos. Pero ambas sensaciones provenían del cuerpo. Tenían las raíces en el cuerpo. La conciencia que interpretaba las sensaciones que el cuerpo tenía, al igual que el ojo captaba las imágenes y las interpretaba, sabía bien de qué estaba hablando.
El tesoro de una persona estaba en su conciencia, no en su cuerpo. Las personas se recordaban por sus buenas actitudes, por sus buenas conciencias, por sus charlas amistosas y por sus comprensiones que aunaban a todos los humanos.
El sueño del mundo era el cuerpo. El sueño de las personas despiertas era la conciencia. Una palabra dicha de corazón a otro ser humano era muchísimo más potente que un roce o una caricia. Un apretón de manos cuando comunicaba unión entre las personas era totalmente diferente del mismo apretón de manos del cuerpo cuando era una rutina, un gesto educado.
El cuerpo no tenía fuerza en sí. El cuerpo se llenaba de significado cuando actuaba la conciencia. Aquello que daba el significado era lo eterno, lo verdadero, lo útil, lo maravilloso, lo duradero, lo que se grababa en el alma como sueño eterno.
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