sábado, julio 15

NUESTRO REGALO A LA MENTE SUPREMA

Darío, en su madurez, conservaba un espíritu joven dentro de él. Ese espíritu le llevaba a contactar con gente en su juventud en el camino de la vida. Sabía desarrollar hermosos proyectos de amistad y mantenerla en el tiempo. La placidez de compartir era su tesoro, su placer y su mejor realización. Un deleite insuperable en su experiencia. 

Su actitud con sus contactos le posibilitaba compartir sus tesoros. Las mentes más jóvenes disfrutaban de su sabiduría. Uno de esos muchachos se planteaba que agradecía mucho lo que realmente disfrutaba, pero le gustaría saber qué podía compartir con una persona tan amplia. 

Ese pensamiento del joven quedó en el corazón de Darío. No lo olvidó. Era consciente de esa fuerza de compartir generosamente nuestros tesoros con los demás. Era parte de nuestra forma de ser. Y todos queríamos colaborar en esa faceta de hacernos ricos y amplios mutuamente. Era el placer de la unión. 

Eso descartaba el planteamiento de que uno daba y el otro recibía. En un proyecto de amistad, los dos se fundían en un único proyecto común donde comían y bebían de las mismas mieles y de los mismos alimentos interiores que llenaban su alma y su corazón. 

“¡Que la paz sea contigo a quien se ofrece curación! Comprenderás que se te da paz cuando aceptas la curación. No necesitas ser consciente de toda su valía para entender que te has beneficiado de ella”. 

“Lo que ocurrió en aquel instante en que el amor entró sin ninguna traza de ataque, permanecerá contigo para siempre. Tu curación, así como la de tu hermano, será uno de sus efectos”. 

“Dondequiera que vayas contemplarás sus múltiples efectos. Todos los testigos que contemples, no obstante, serán sólo una fracción de los que realmente existen”. 

“La infinitud no se puede entender contando todas sus partes separadas. Dios te da las gracias por tu curación, pues Él sabe que es un regalo de amor para Su Hijo, y, por lo tanto, un regalo que se le hace a Él”. 

Darío veía dos partes maravillosas en la interacción entre dos personas. La fusión se realizaba si al compartir los mutuos tesoros, estos tesoros se aceptaban: “Dios te da las gracias por tu curación”. Dios nos daba las gracias porque la aceptación era cosa nuestra, era nuestra decisión, nuestra claridad y nuestro paso adelante en nuestra unión. 

Así que la aceptación era vital en toda relación, en todo proyecto de unidad entre dos interiores maravillosos. La segunda parte era que, gracias a esa aceptación y a esa unión convertida en fusión, se la podíamos ofrecer a Dios como un regalo de nuestra vida y de nuestra comprensión. 

Nosotros mismos, al decidir y vivir ese proyecto, éramos los hermosos regalos del Creador. Nos convertíamos en esos maravillosos regalos de la Mente Suprema. Darío, ante esa luz, se convertía en un regalo ante sus mentes jóvenes y las mentes jóvenes se convertían en un regalo para él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario