Marce estaba sorprendido por la tendencia de algunos sabios a lo largo de la historia a ir más allá de aquello que teníamos delante de las narices. Era una invitación a ir más allá del pensamiento, más allá de nuestras ideas, más allá de nuestros tópicos con los que interpretábamos el mundo.
Los primeros transistores fueron capaces de confundir a muchas personas en los campos. Recordaba el terrible susto que tuvo un agricultor al escuchar voces dentro de la casa. Unas voces que parecían de los locutores que solía escuchar de las emisiones de radio. Pero, se decía a sí mismo; “no puede ser, no puede ser. Aquí, en el campo, en esta casita, no hay electricidad”.
Acostumbrado a enchufar a la corriente eléctrica su aparato de radio en el pueblo donde sí llegaba la electricidad quedó alucinado. ¿Cómo podía oírse lo mismo en un aparato sin estar conectado a la electricidad? Sus pensamientos andaban por los terrenos de la brujería y de los duendes que habitaban las regiones que no comprendíamos.
Siempre había una explicación que no debía recurrir ni a la brujería ni a los duendes. La historia no ha sido honesta con nosotros. Un sabio también nos invitaba a ir más allá de nuestra forma de ser. La palabra en griego que utilizó era el verbo “metanoeo”. Y en griego indicaba “ir más allá de los límites de nuestra mente”.
La palabra hermana de ésta era “metamorfoo”. Indicaba “ir más allá de las formas del cuerpo”. Nosotros la conocemos en la “metamorfosis” de la oruga en mariposa a través del capullo que fabricaba para salir mariposa.
Jesús también nos invitaba a “ir más allá de la forma de pensar”. Una invitación que indicaba que había otra forma más amplia y suprema de pensar. Así íbamos descubriendo que no estábamos reducidos a un cuerpo: “el cuerpo, que de por sí carece de propósito, contiene todas tus memorias y esperanzas”.
“Te vales de sus ojos para ver y de sus oídos para oír, y dejas que te diga lo que siente. Mas él no lo sabe. Cuando invocas los testigos de su realidad, te repiten únicamente los términos que les proporcionaste para que él los usara”.
“No puedes elegir cuál de entre ellos es real, pues cualquiera que elijas es igual que los demás. Lo único que puedes hacer es llamarlo por un nombre o por otro, pero eso es todo”.
“No puedes hacer que un testigo sea verdadero sólo porque lo llames por el nombre de la verdad. La verdad se encuentra en él si lo que representa es la verdad. De lo contrario, miente, aunque lo invoques con el santo Nombre de Dios Mismo”.
Marce veía que el cuerpo tenía sus límites, la mente tenía sus límites y comprendía, por eso, la invitación a ir más allá de la mente. Ir más allá del cuerpo se entendía con la metamorfosis de la oruga en mariposa. Ir más allá de la mente podía comprenderse cuando se respetaba y se amaba a los demás con la misma intensidad que se amaba a un hijo propio.
Resonaba en la mente de Marce el término “metanoeo”. Era un camino para recorrer. Ir más allá de nuestras ideas, de nuestras limitaciones, de nuestras interpretaciones de nuestra vida.
Siempre había un camino de salida que nos daba la luz que nuestra alma sincera y humilde ansiaba. Confiaba siempre. No había experiencia en la vida que no tuviera su solución.
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