lunes, julio 17

ENCENDER LA LUZ DEL INTERIOR

Gonzalo repasaba los diversos significados que la palabra “pecado” había atrapado a lo largo de los tiempos. Desde un significado primigenio que indicaba que no habías dado en la diana, por tanto, no habías alcanzado el blanco y habías errado, hasta una idea de algo que hacías que era imperdonable y que acarreaba la muerte de alguien. 

Era normal que el significado primigenio de “pecado” se centrara en el error. Es decir, nos faltaba más acierto para dar en el blanco. En el proceso de aprendizaje de cada persona eso ocurría muy a menudo. Aprendíamos prácticamente todo. Por intento y acierto íbamos afinando nuestras habilidades. Aprendíamos a caminar y guardar el equilibrio después de muchas caídas. 

Alguien le hizo ver a Gonzalo que cada caída del bebé, en su aprendizaje de caminar, era una enseñanza de cómo se debía equilibrar para evitar la caída. Los errores se convertían así en un recurso maravilloso para poder ver dónde se daban las equivocaciones. Una equivocación era una experiencia que nos enseñaba sobre nosotros mismos y poníamos nuestra atención en eso que no funcionaba. 

La visión del error era distinta para diferentes ojos. Edison hizo muchos experimentos en su proceso de descubrir la luz para iluminarnos. Después de 999 ensayos, todos fallidos, alguien que le daba al error esa parte negativa, destructiva con su halo de fracaso, le dijo a Edison: “Ríndete, hombre fracasado, no necesitas más fallos para admitir tu gran frustración. Nunca brillará la luz sino es la del sol o la de la luna”. 

La respuesta de aprendizaje de Edison seguía resonando en muchas mentes que vivían alejadas de esa interpretación negativa del experimento: “Todo lo contrario. Ha sido todo un aprendizaje. He descubierto 999 caminos por donde no debo ir”. Esa era la verdad. Cada vez que se encendía una luz era un grito silencioso en defensa de la posición de Edison. 

La actitud negativa sobre el error desdeñaba el aprendizaje y lo condenaba. La actitud positiva sobre el error ponía énfasis en el aprendizaje y conseguía sus fines cambiando los caminos para llegar al objetivo. La luz que disfrutábamos nos recordaba que la actitud positiva era la oportuna. Con la idea del fracaso, estaríamos todavía utilizando cera y gas para iluminarnos. 

“El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de nuevo al dolor. Pues cualquiera de estos testigos es el mismo, y sólo tienen un mensaje: “te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño. También puedes tener placer, pero el costo de éste es el dolor”. 

“Llámale dolor al placer, y dolerá. Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta detrás del placer. Los testigos del pecado no hacen sino cambiar de un término a otro, según uno de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo”. 

“Los testigos del pecado sólo oyen la llamada de la muerte”. 

Gonzalo veía la vertiente condenatoria, de fracaso y de falta de visión. Los seres humanos estaban hechos para la vida, para la unión, para la ayuda mutua, para el apoyo entre unos y otros. Por error, por equivocación, creíamos que el egoísmo nos defendía mejor de los demás. 

Pero un día descubrimos que estábamos en un error. Saber comprender los errores de los demás, en el sentido del aprendizaje, nos hacía apoyarles, no atacarles con nuestras palabras hirientes, no quitarles su honor ni dignidad. No repetirles que su “pecado” era imperdonable y que se merecía toda nuestra repulsa. 

Ese día cambiamos la visión y los errores se convertían en hermosas experiencias de comprensión mutua. Todos necesitábamos equivocarnos para aprender. La equivocación se erguía como la unidad entre todos los humanos. Ningún humano dejaba de recorrer ese camino en su continua superación. Y esa lección aprendida nos hacía superar todos los obstáculos. 

Y, sin lugar a dudas, de la misma manera que la luz brilla sobre nuestras cabezas en las estancias oscuras por el brillo de la lámpara, la luz profunda de comprensión brilla sobre la oscuridad de aquellos que nos quieren quitar ese camino positivo de la esperanza.

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