sábado, julio 29

ABSURDA SEGURIDAD

Lucas no podía creerse lo que estaba descubriendo con sus pensamientos. Esa mezcla de cuerpo y conciencia no sabía qué porcentaje darle a cada una. Era una dialéctica que se situaba en su mente, en su raciocinio y en su conciencia. Una reflexión que dejaba en evidencia que el cuerpo no ocupaba el centro de la vida, a pesar de la fuerza cultural que así lo defendía.

Al sentirnos extraños en este mundo del cuerpo, el sufrimiento que nos infligía era terrible y doloroso. Ahora comprendía que aquellos que se situaban en el cuerpo dijeran que en este mundo sólo a ratos podíamos ser felices. Y tenían mucha razón. Nosotros éramos seres para vivir en la conciencia, en la generosidad y en la unión. 

El mundo del cuerpo nos imponía la separación, la extrañeza, la distancia y el odio en muchos momentos. Al cuerpo solamente le interesaba él mismo. No había otro interés por otros cuerpos excepto en el caso de que sirvieran a nuestros placeres, a nuestros intereses y a nuestros mandatos. El centro del mundo era nuestro cuerpo. 

Los demás debían quedar completamente subordinados. La seguridad personal era suprema. La seguridad de los demás no interesaba. Lucas comprendía muy bien la enorme diferencia entre la conciencia de madre que había sentido en sus carnes a su hijo y había desarrollado un vínculo de entrega, de generosidad y de servicio. Una madre nunca dejaba de ser una madre. Esa era su conciencia. 

Y la ausencia de conciencia de aquellos que se centraban solamente en el cuerpo sin conciencia, no recordaban de dónde habían venido. No reflexionaban que sin la entrega de una madre no se hubieran desarrollado, no se hubieran equilibrado. No hubieran podido alcanzar las primeras fases de la alegría y la felicidad. 

Lo olvidaban y se entregaban a una carrera loca de autodestrucción: “El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo intenta probar de muchas maneras que es autónomo y que es real”. 

“Se engalana a sí mismo con discos de metal o con tiras de papel moneda que el mundo considera reales y de gran valor. Trabaja para adquirirlos, haciendo cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambiándolos por cosas que ni necesita ni quiere”. 

“Contrata a otros cuerpos para que lo protejan y para que coleccionen más cosas sin sentido que él pueda llamar suyas. Busca otros cuerpos especiales que puedan compartir su sueño”. 

“A veces sueña que es un conquistador de cuerpos más débiles que él. Pero en algunas fases del sueño, él es el esclavo de otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo”. 

Lucas se quedaba impactado. El cuerpo se preocupaba solamente de su cuerpo. Pero les pedía a otros cuerpos que lo protegieran. Todo un absurdo. Se creía poderoso porque conquistaba otros cuerpos más débiles que él. Pero al cuerpo no le importaba absolutamente nada. 

Era una falsedad total la idea de poder que adquiría a través del tiempo. Los cuerpos desaparecían con la muerte y nunca más eran poderosos. Eran lo que siempre fueron: un puñado de tierra y algunos minerales. Sin conciencia el cuerpo era un terrible desecho. Con conciencia el cuerpo era un maravilloso sostén. 

El cuerpo equivocaba su seguridad y confianza. No estaba en lo material, en lo finito, en lo temporal. Estaba en la grandeza de su conciencia que sabía agradecer los desvelos de una madre que siempre estuvo a su lado en cada ocasión que la necesitó.

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