domingo, julio 30

ENGAÑOS QUE DESCUBREN NUESTRAS FALLOS

Juan pensaba en el timo de la estampita. Al principio no lo sabía. Escuchaba que lo comentaban, pero no acertaba a imaginárselo. Pensaba que la estampita era una carta de una imagen religiosa. El timo no acertaba a estructurarlo. ¿Se podía engañar a gente con dichas imágenes?

Cuando lo vio en todo su desarrollo, comprobó que era muy fácil caer en el engaño. La dichosa estampita era un billete de dinero muy alto. La persona que lo tenía daba la impresión de tener pocas luces. Y con ese supuesto les hacia la propuesta. 

Era un timo bien urdido para hacer caer a las personas cuya importancia del cuerpo, y, por ende, del dinero, era muy importante. Cambiar billetes de 500 euros por otros de cien euros parecía ser un negocio muy rentable. Y todo ello, bajo la idea de abusar de una pobre persona (se hacía pasar por ella) que no tenía sus cualidades mentales bien desarrolladas. 

Las personas avariciosas sacaban su billete de 100 euros y se lo cambiaban por otro de 500. Un timo que merecía una reflexión. Era un abuso de comprensión. Era una avaricia desmedida. Era una crueldad total. La conciencia no existía. Era una manifiesta maldad. 

Así era el cuerpo. Así era su necedad. Y esa actitud se veía pagada con el descubrimiento de que el billete de 500 euros era falso. Los cambiaba por otros de 100 euros legales y ahí estaba el negocio. De pocas luces nada. De muchas luces por la avaricia de las personas. 

“Las aventuras del cuerpo, desde que nace hasta que muere, son el tema de todo sueño que el mundo jamás haya tenido. El “héroe” de este sueño jamás cambiará, ni su propósito tampoco”. 

“Ésta es la lección que trata de enseñar una y otra vez: que el cuerpo es causa y no efecto. Y que tú eres su efecto, no puedes ser su causa. De esta manera, tú no eres el soñador, sino el sueño”. 

“Y, por lo tanto, deambulas fútilmente entrando y saliendo de lugares que él maquina. Que esto es todo lo que el cuerpo hace, es cierto, pues no es más que una figura en un sueño”. 

“Mas ¿quién reaccionaría ante las figuras de un sueño a no ser que las considerase reales? En el instante en que las reconoce como lo que verdaderamente son, éstas dejan de tener efectos sobre él, porque entiende que fue él quien les dio los efectos que tienen, al darles vida y ser su causa y hacer que parecieran reales”. 

Juan se daba cuenta del terrible engaño en el que se encontraba. Era algo así como el timo de la estampita. Le daba credulidad a la realidad del billete de 500 euros siendo que era falso. La propuesta no venía de una persona con pocas luces. Venía de una mente que conocía muy bien el cuerpo, su avaricia y su crueldad. 

Sólo los hombres buenos, llenos de bondad, habrían cogido al señor que les ofrecía el negocio, lo habrían llevado a su familia y lo habrían apoyado. Nunca se habrían aprovechado económicamente de su propuesta. El timo en ellos no se habría consumado. 

Nosotros soñamos el sueño. Todo lo que aparece en él, es causa nuestra. El sueño es efecto. Al darnos cuenta del billete falso, y del sueño que no es del cuerpo, sino que es personal nuestro, dejamos de ser engañados en esa línea de la avaricia y del engaño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario