martes, julio 4

SABER VER SÓLO UNA PARTE EN LOS DEMÁS

Carlos soñaba, en ocasiones, en situaciones donde las personas se ayudaran unas a otras, la comprensión imperara y las ayudas mutuas fueran las relaciones naturales y agradables entre todas las personas. Era un sueño que muchos humanos tenían en sus corazones. Siempre había personas que decían que era un sueño y nada más que un sueño. 

Eso realmente nunca ocurriría. Todos eran malos. Todos eran de cuidado. Todos, menos él, eran merecedores del desprecio. Sólo se salvaban unos poquitos. Carlos recordaba esas expresiones dichas por variedad de personas. Sin embargo, la veta soñadora de Carlos se imponía. 

Reconocía que, si ellos mismos les quitaban el poder a los demás, no podría ejercerse ese poder en la ayuda mutua. Ese poder de apoyo se transformaba en poder de desconfianza. Un poder debilitado porque el poder y la desconfianza no casaban ni se unían. 

Recordaba con nostalgia aquel director que tuvo en su escuela. Nunca decía nada mal de nadie. Nunca expresaba ninguna queja dirigida a ninguna persona. Era una persona distinta. Siempre que debía emitir alguna idea sobre una persona destacaba sus mejores virtudes y sus mejores servicios a la comunidad. 

Era un ejemplo claro de varias ideas: respeto, admiración, saber valorar a las personas, saber ver lo bueno, saber ver lo estupendo. Era una mirada especial que no se multiplicaba en exceso. Casi sin darnos cuenta, estábamos enzarzados en desprestigiar a los demás. 

Alguien decía que era un ejercicio de protección personal. Si desvalorizábamos a los demás, no nos sentíamos solos en nuestro proceso de desvalorización. Una pena seguir por esa senda. La alegría se despertaba en el reconocimiento hermoso de cada persona. 

Aquel director nunca se le olvidó de su memoria y de sus experiencias: “Has decidido hacer de tu hermano el símbolo de un “amor-odioso”, de un “poder-débil”, pero sobre todo, de una “muerte-viviente”. Y así, él no significa nada para ti, pues representa algo que no tiene sentido”. 

“Representa un pensamiento que se compone de dos partes, en el que una de ellas anula a la otra. Sin embargo, la mitad que fue anulada contradice de inmediato a la otra, de modo que ambas desaparecen”. 

“Y ahora él no representa nada. Los símbolos que no representan otra cosa que ideas inexistentes no pueden sino representar la vacuidad y la nada”. 

Carlos veía que con sus ideas erróneas sobre los demás los convertía en vacuidad. Veía con una tenue luz que él mismo iba quitando el poder a la gente. No le daba el respeto oportuno. No la valoraba adecuadamente. No la apreciaba en su debida dignidad. 

Al quitar el poder a la gente se lo quitaba a sí mismo. Y este juego era el que se desarrollaba entre todas las personas sin ser conscientes de que era su propia muerte: eran “muertos-vivientes”. Esa mezcla de dos partes contradictorias que una de ellas desaparece y arrastra totalmente a la otra. 

Maravillosa acción de aquel director que nunca decía de una persona nada, nada negativo. Para él, las personas solamente tenían una parte. La otra parte no la miraba, no la veía, no la consideraba. Sabía que si la consideraba no estaba viendo la falta en el otro sino la proyección de su falta en el otro. 

Al ver lo bueno en los demás, subrayaba lo bueno y lo positivo en él mismo. Una claridad sabia que se estaba instalando en él mismo. Carlos pensaba, se deleitaba, se serenaba y se decía a sí mismo el gran poder que tienen los humanos si no juegan a utilizar dos partes para hablar de los demás.

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