sábado, septiembre 16

EL CONTROL PUEDE MATAR EL AMOR

Gonzalo entraba en su mundo de miedos, inseguridades, temores y angustias. Casi sin darse cuenta, cada día debía lidiar con alguna de esas sensaciones que le restringían su cuerpo, su alegría y su horizonte. Para superarlas debía luchar con la inquietud y tratar de dejarla fuera de su pensamiento. 

Siempre había alguna incidencia que no podía controlar. En esos momentos de falta de control, el miedo hacía acto de presencia. Su seguridad la tenía ligada al control de todos y cada uno de sus caminos y de sus pensamientos, de sus ideas y de sus programaciones. 

Gonzalo era sistemático, ordenado, cuidadoso y bien dispuesto. Todo debía estar en su lado, en su cajón, en su aposento, en su pensamiento y en la respuesta de los demás a lo que él pensaba. Cuando alguna nueva respuesta venía que no se esperaba, la intranquilidad le recorría cada poro de su cuerpo. 

En esos momentos se planteaba cosas sencillas. El miedo se apoderaba de su mente y se repetía y se preguntaba: “¿Por qué debo experimentar como miedo cualquier detalle que no encaja con mis pensamientos?”. Él reconocía que cada detalle de su vida la elegía él. 

Montaba sus expectativas de una determinada manera, pero se daba cuenta de que cualquier otro montaje de su vida podría ser posible. Por eso, el miedo no debía estar presente. Cualquier otra propuesta podría ser tan buena como la suya. ¿Por qué pensar que solamente su propuesta era la verdadera?

Él era comprensivo y aceptaba la propuesta de los demás. Pero debía decírselo a su interior de que aceptara cualquier otra alternativa que no fuera la que él había pensado y repensado en su cabeza. No todo el mundo se debía reducir a sus únicos pensamientos. 

Leyendo aquellos párrafos se preguntaba si estaba dejando de lado el amor: “El amor no exige sacrificios. Pero el miedo exige el sacrificio del amor, pues no puede subsistir en su presencia”. 

“Para perpetuar el odio, es preciso temerle al amor y limitar su presencia sólo a algunas ocasiones, manteniéndolo alejado el resto del tiempo. De esta manera, se le tiene por traicionero porque parece ir y venir a su antojo y no ofrecerle ninguna estabilidad”. 

“No te das cuenta de cuán limitada y débil es tu lealtad, y de cuán a menudo le has exigido al amor que se aleje de ti y te deje solo y en “paz””. 

Gonzalo se quedaba atónito. Nunca había asociado sus miedos al amor. Esa conexión que le sugería la lectura lo dejaba sin palabras. “pero el miedo exige el sacrificio del amor, pues no puede subsistir en su presencia”. Se preguntaba si quería decir que su necesidad de control de las cosas era falta amor. 

Nunca las había puesto en contacto. Para Gonzalo, el amor iba por un camino y sus miedos por otro. El amor para él era importante y el motor de su vida. Pero los miedos también estaban presentes y parecía que la inestabilidad era su experiencia. 

Se preguntaba si amar implicaba confiar. Abría su mente para decidir si su confianza estaba puesta en su control y no en el amor. El amor, veía, que era ir más allá de ese control que le daba paz. Concluía que debía buscar el amor en lugar del control para no caer en la trampa del miedo. 

Se repetía: “El amor no exige sacrificios. Pero el miedo exige el sacrificio del amor, pues no puede subsistir en su presencia”. Era una frase que le llegaba al alma. Debía clarificarse sus seguridades y debía clarificarse sus confianzas. El amor debía reinar porque el amor era la esencia de nuestra realidad interior.

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