Mario se demoraba repasando algunas decisiones importantes que había hecho en su vida. Le habían llevado donde había llegado. Se sentía satisfecho con sus decisiones y con esa función interna que le decía que era el camino correcto. La experiencia le avalaba. Eso le daba fuerzas para contrarrestar las voces de aquellos que lo tachaban de loco.
Entendía que cada persona tenía su propio camino. Aceptaba que las cualidades de las personas cambiaban en intensidad y en cualidad. Cada persona tomaba sus osadías y sus propios riesgos. Riesgos que podría afrontar con sus fuerzas interiores al apoyarlo en cada momento.
Era un mundo de decisiones. Era un mundo donde se ponía el énfasis en aquellos elementos interiores que le empujaban en direcciones determinadas. Así cada persona iba completándose de acuerdo a sus fuerzas interiores. Tomaba la vida como una oportunidad de ir completándose, de ir realizándose y de ir descubriendo los mejores caminos.
Nunca hubiera pensado que algunas de sus decisiones iban en la dirección de la enfermedad. Se dejaba impregnar por la sabiduría de aquellas palabras: “La decisión de estar enfermo parece ser una decisión entre diferentes formas de enfermedad”.
“Sin embargo, la enfermedad es una sola, al igual que su opuesto. Por consiguiente, o estás enfermo o estás sano. Pero nunca tú solo. Este mundo no es más que el sueño de que puedes estar solo y de que puedes pensar sin que ello afecte a los que están separados de ti”.
“Estar solo significa estar separado, y si lo estás, no puedes sino estar enfermo. Esto parece probar que definitivamente estás separado. No obstante, lo único que significa es que has tratado de mantener la promesa de serle fiel a la infidelidad”.
“Mas la infidelidad significa enfermedad. Es como la casa edificada sobre pajas. De por sí parece ser muy sólida y real. Su estabilidad, no obstante, no se puede juzgar sin tomar en consideración sus cimientos”.
“Si descansa sobre pajas, de nada sirve atrancar las puertas, cerrar las ventanas o correr los cerrojos. El viento la derrumbará, y las lluvias la azotarán y la arrastrarán al olvido”.
Mario veía la enorme trascendencia de sentirse solo, de sentirse separado, de ver en los demás enemigos, personas con desconfianza y vidas ocultas negativas. Se daba cuenta que debía limpiar su alma interior y aceptar que era una persona buena, agradable y amable.
Esa opinión que vertía sobre sí mismo era la misma opinión que debía aplicar a los demás. Ese era el camino de no sentirse solo, de no sentirse separado, de no sentirse enfermo. Todos los humanos estábamos en este mundo con el mismo propósito. Todos debíamos darnos una mano de ayuda.
No se podía elegir el camino de la desconfianza total sobre todos. Ese camino no era justo, ni cierto, ni adecuado, ni acertado. No se podía aplicar a todas las personas. A muchas personas les pondríamos una tacha en nuestra mente y la separación se abriría camino en nuestros pensamientos.
Lo peor de todo era que no era ni justa ni cierta en muchos casos. ¿Por qué vivir una injusticia, un error, una equivocación con una trascendencia tan fuerte sobre nosotros? La salida estaba en tratarnos a nosotros mismos con los mejores pensamientos de comprensión y aceptación.
El paso siguiente sería aceptar a los demás con esa misma forma. Y comprender la confusión de muchas personas que no actuaban de la debida manera. Esa comprensión podría ser una mano de apoyo para ayudar a quitarles esa idea equivocada de sus mentes.
Así la enfermedad iría perdiendo terreno y nuestra vida auténtica iría subiendo como la espuma en nuestro interior.
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