Lucas estaba hablando con su amigo. El tema que tenían entre manos era el miedo, la angustia, la inseguridad, la intranquilidad. Estaban animados con la conversación. Se abrían sus corazones y la sinceridad brotaba como un agua virgen del fondo de sus experiencias.
Los dos confirmaban que eran sensaciones que formaban parte de sus vidas en algunas circunstancias. Estuvieron compartiendo aquellos elementos que a uno de ellos le provocaba miedo y al otro no. Después de varios intercambios fueron concluyendo que el miedo dependía de la persona.
Ante un mismo hecho, uno de ellos lo catalogaba como miedo y el otro no. Frente a otros hechos, la posición cambiaba. Pero había un buen grupo de ellos donde los dos coincidían con sus reacciones de miedo y de intranquilidad. Actuaban como psicólogos el uno del otro.
Se abrían, se comunicaban, reflexionaban y se sentían, al menos, comprendidos por su confianza mutua. Se dieron cuenta que ellos no se producían miedo. La confianza entre ellos se lo impedía. Se tenían como apoyo y como seguridad interior. Confiaban totalmente. Era el tesoro de su amistad.
En esa amistad respetuosa, prudente, personal y no motivo de comentarios con otras personas, encontraban la paz que muchas veces les faltaba. Se daban cuenta del tremendo error que era compartir con otras personas palabras dichas en el secreto de la confianza.
Habían escuchado comentarios sobre otras personas por parte de los llamados “falsos amigos”. Personas que en alguna ocasión daban su palabra de no compartirlos con nadie pero que no la cumplían. Muchos tipos de miedo salían de esas faltas de palabra.
Era como romper un puente que les ayudaba mucho. Compartir experiencias era maravilloso en el secreto de la cercanía amigable y respetuosa. Pero veían que no se podía tener ese tipo de comunicación con muchas personas. En lugar de ser tesoros que recibían y guardaban en el fondo de sus corazones, sentían cierto morbo de faltar a la confianza ofrecida.
Y así el miedo era multiplicado entre los humanos. Así los temores pululaban como parte de nuestra vida. Así la falta de consideración nos rompía los unos juntos a los otros con esa voracidad que destruía los mejores dones de nuestras almas.
“¿Crees acaso que la verdad puede ser tan sólo meras ilusiones? Las ilusiones son sueños precisamente porque no son verdad. El hecho de que la verdad esté ausente de todas ellas por igual es la base del milagro, lo cual quiere decir que has entendido que los sueños, sueños son”.
“Y que escaparte de ellos depende, no del sueño en sí, sino de que despiertes. ¿Cómo iba a ser posible conservar algunos sueños y despertar de otros? La elección no es entre qué sueños conservar, sino sólo si quieres vivir en sueños o despertar de ellos”.
“Los sueños que te parecen gratos te retrasarán tanto como aquellos en los que el miedo es evidente. Pues todos los sueños son sueños de miedo, no importa en qué forma parezcan manifestarse”.
“El miedo se ve adentro o afuera, o en ambos sitios. O puede estar oculto tras formas agradables. Pero nunca está ausente del sueño, pues el miedo es el elemento básico de todos los sueños”
Lucas y su amigo se quedaban mirando fijamente el uno al otro. Se quedaron boquiabiertos por las conclusiones de la lectura. El miedo que sentían ellos interiormente, en muchas ocasiones, era debido a sueños. Creían cosas que no debían creer, confiaban en ideas que no debían confiar.
Por una parte, se quedaron encogidos; pero, por otra parte, se decían entre ellos que era una buena medida para saber que estaban viviendo sueños y que la realidad no les llegaba en su verdadera potencia. Si estaban pensando y sentían miedo, sus pensamientos eran sueños.
Si cambiaban sus pensamientos, se despertaban. Pensaban como su interior les dictaba, con la sabiduría de sus reflexiones, entonces, el miedo desaparecía. La ausencia de miedo era la idea clara de que caminaban por el camino en sus reflexiones y en sus conclusiones.
Los dos se decían que el miedo venía de sus pensamientos, de las consideraciones que hacían de las consecuencias y de lo que se imaginaban que podría suceder. Una buena forma de pensar. Una sensatez bien establecida. Unas reflexiones adecuadas, les devolvía la paz y la confianza.
Con paz y confianza, el miedo desaparecía. En cada momento, paz, confianza, sensatez y claridad. Así el miedo iría desapareciendo como sueños imaginados y la verdad se restablecía en el centro de sus corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario