Paqui no podía imaginarse perdonando a la persona que le había hecho más daño. Era como dejar todo atrás y, en un momento, renunciar a todo lo que había vivido, a todo lo que había experimentado y decirle a su mente que realmente no había pasado. Era imposible seguir ese pensamiento.
Era consciente de que esa falta de perdón era un terrible peso en su caminar diario y en sus reflexiones continuas. No veía la manera. No encontraba el camino. No era cambiar de idea por cambiar de idea. Buscaba la comprensión de tal acto. Buscaba una razón que convenciera a su mente.
Sabía la maravilla que era poner distancia entre las personas, poner distancias en los pensamientos. Pero, al acercarse a la cámara del perdón, todas las tripas se le revolvían de una manera peculiar. Todo su cuerpo se revelaba. Era como si no se tuviera en cuenta nada. Y eso no podía pasar.
Muchas personas le hablaban del perdón del Creador, muchas personas le hablaban de olvidos y dejar pesos olvidados en los recovecos de las carreteras de la vida. Todo un cúmulo de técnicas para dejar salir ese nudo gordiano que tenía en su interior y que no la dejaba tranquilo en ningún momento de su existencia.
Al leer aquellas líneas, empezó a vislumbrar un camino, un sendero, una luz que le podía dar paz a su alma y a su pensamiento. Su razón se vería así satisfecha y ese tipo de perdón la liberaría a ambas: “Si perdonas al soñador, y percibes que él no es el sueño que él mismo tejió, no estás compartiendo con él su nefasto sueño”.
“Por lo tanto, él no puede ser parte del tuyo, del cual ambos os liberáis. El perdón separa al soñador del sueño nefasto, y así, lo libera. Recuerda que, si compartes un sueño de maldad, creerás ser ese sueño que compartes”.
“Y al tener miedo de él, no desearás conocer tu propia Identidad porque pensarás que es temible. Y negarás tu Ser, y caminarás por tierras extrañas que tu Creador no creó, donde parecerás ser algo que no eres”.
“Lucharás contra tu propio Ser, el cual parecerá ser tu enemigo, y atacarás a tu hermano como parte de lo que odias. En esto no hay términos medios. O bien eres tu Ser o bien un engaño, una ilusión”.
“¿Qué puede haber entre la ilusión o engaño y la verdad? Creer que hay un lugar intermedio donde puedes ser algo que no eres, no puede ser la verdad sino un sueño”.
Paqui veía la puerta por donde meter su mente, su razón y su pensamiento. La diferencia era clara. El sueño era nefasto como la experiencia que ella había tenido. Pero su error era haber identificado el sueño con el soñador. Así su experiencia se veía totalmente satisfecha. No decía que la experiencia no era mala. Lo afirmaba. Así era el sueño de pernicioso.
Su interior quedaba satisfecho, se relajaba, se tranquilizaba. Perdonar no implicaba aceptar lo que realmente no había pasado. Era aceptar lo que había pasado y separar la experiencia entre el sueño y el soñador. Lo perverso del sueño era maligno. El soñador era una persona confundida que se había dejado engañar por el sueño.
“Así sí”, pensaba Paqui. Perdonar a una persona confundida, engañada, abrumada, víctima de ella misma era un placer. Era una bonita manera de quitar fardos inútiles de las espaldas de los demás. Era una colaboración necesaria y querida. Esa forma de perdonar le entusiasmaba.
Por fin, descansaba. Los sueños podían tirarse al olvido y los soñadores podían ser rescatados. Sueños equivocados que distanciaban a las personas. Pero los soñadores quedaban intactos porque podían tener sueños de amor totalmente diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario