Luis había aprendido algunos detalles sobre el “ego” y trataba de ir asimilándolo poco a poco. No había escuchado mucho sobre dicha cualidad en los seres humanos. No era una palabra de uso común entre las personas. Se circunscribía a los ambientes humanísticos, psicológicos, filosóficos de la constitución de las personas.
Se estaba clarificando un poco esa definición y con la asimilación en su vida práctica de dicho concepto. El “ego” se hacía presente cuando se conseguían logros después de un esfuerzo continuado. La cima de la consecución era esa alegría de conquista y de refuerzo personal. Te hace sentir importante.
Te mirabas en el espejo, y cada uno se decía a sí mismo lo bueno que era por haberlo logrado. Era lo que la sociedad esperaba de mí. Era lo que mis padres esperaban de mí. Era lo que yo había soñado por mucho tiempo. Al fin se había conseguido.
Luis entendía que hasta cierto punto era muy bueno tener esas sensaciones. Una fuerza nueva salía de su interior por sus logros concretos y apreciados. Se dio cuenta de que el “ego” funcionaba siempre en grupo. Era una forma de jactarse frente a los demás de los nuevos desafíos alcanzados.
Era cierto que estábamos siempre aprendiendo y siempre ampliando nuestro campo de conocimiento y de comprensión. Esos diversos puntos donde nos dábamos cuenta de que el horizonte cambiaba era maravilloso. Como experiencia individual no había nada que reprocharle a esa sensación.
Lo pernicioso del “ego” era la idea de que había que alcanzarlo para ser algo en el grupo de amigos, de trabajo, de familia, de los hijos y de los demás. El “ego” más que una consecución privada, era algo que se debía alcanzar porque los demás lo habían establecido. Y esas normas no escritas eran las que definían al “ego”.
Luis se daba cuenta de que hacía muchos progresos en muchos campos. Era estudioso, dedicado, reflexivo y profundo. Pero no se jactaba de ello frente a nadie. No exponía su estudio como algo que lo destacara de los demás. Aceptaba su esfuerzo con una naturalidad sana y sin sentirse más que nadie.
El “ego” tenía una forma matemática expresada en “soy mejor que….”. Luis se daba cuenta que, en el terreno personal, la búsqueda de nuevos caminos para realizarse personalmente no podía recorrer los caminos del “ego”. Si aceptaba que esos caminos estaban dentro de él mismo, lo único que ocurría era que los dejaba salir sin problemas.
No se trataba de alcanzar nada, no se trataba de desafíos, no se trataba de logros personales que se podían ostentar. Era más bien un reconocimiento de que algo vibraba en el interior y se escuchaba esa voz que cada persona tenía dentro de sí.
“La hermosa relación que tienes con todos tus hermanos es parte de ti porque es parte de Dios Mismo. ¿Cómo no ibas a enfermar si te niegas a ti mismo tu plenitud, tu salud, tu Fuente de ayuda, la Llamada a impartir curación y la Llamada a curar?”
“Tu salvador espera la curación y el mundo espera con él. Y tú no estás excluido, pues la curación, o bien será una sola o bien no tendrá lugar en absoluto, ya que en el hecho de que es una radica la curación”.
¿Qué podría corregir a la separación sino su opuesto? No hay términos medios en ningún aspecto de la salvación. O bien la aceptas completamente o bien no la aceptas en absoluto. Lo que no está separado tiene que estar unido. Y lo que está unido no puede estar separado”.
Luis se quedaba tranquilo. Una vez conseguida esa comprensión de unidad con los hermanos sabía que era una parte que estaba dentro de nosotros. No era, por tanto, ningún logro para compartirlo como una idea de ser “mejor que los demás”. El camino de la liberación iba por el sendero de la humildad. No iba en la dirección de destacar sobre los otros.
Le quedaba muy claro. Era una parte nuestra. Le llegaba mucho la idea de que al no aceptarlo como parte nuestra enfermábamos: “¿Cómo no ibas a enfermar si te niegas a ti mismo tu plenitud, tu salud, tu Fuente de ayuda, la Llamada a impartir curación y la Llamada a curar?”
Ponía los puntos en su justo lugar. Eso nos daba paz, tranquilidad, serenidad y una sensación de estar todos unidos en la mente y en la consciencia que nos dio nuestro Creador.
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