Pablo no podía explicar lo que le había sucedido. Durante mucho tiempo en su experiencia había buscado una explicación para poder ir mejorándose en la vida y poder ir transformándose de una forma paulatina, continua y constante. Se esforzaba en leer, pensar, reflexionar, conocer, comprender y buscar salidas a sus inconvenientes de la vida.
Nunca estaba quieto. Siempre estaba en búsqueda de algo. Seguía su intuición y los impulsos interiores de sus energías gozosas y limpias. Y, ahora, sin casi darse cuenta tenía delante de sí la programación de su vida a la que él le daba sus variables y sus expectativas.
Recordaba un incidente que tuvo con su esposa. En la programación de su vida, su esposa le daba una especial atención y una importancia desmedida al hecho de que debía cuidar de su madre en edad adulta. Se aumentaba la responsabilidad de forma muy intensa. Ese exceso de celo quería que su esposo también lo tuviera.
Y eso provocó una serie de incomprensiones, de discusiones, de reflexiones un tanto exaltadas y ciertos momentos de tensión entre ambos. Toda la planificación de su esposa reposaba en las circunstancias que tenían entonces. Su esposo le decía que las circunstancias podrían cambiar.
A pesar de esos razonamientos, su esposa seguía con su programación dándole una importancia muy significativa a ese hecho. Ahora, con la idea de la programación y de que a cada elemento o incidencia de la programación cada uno le daba su importancia subjetiva, Pablo entendía que sin nadie que nos obligara, la persona misma podía ponerse una argolla en el cuello que la ahogara.
“¡Cuán felices serían tus sueños si no le adjudicases a cada una de las figuras que aparecen en ellos el papel que “debe” representar! Es únicamente la imagen que tienes de alguien lo que puede fracasar, y tener esa imagen es lo único que constituye una traición”
Pablo veía que nosotros éramos los causantes de nuestras planificaciones y nuestras actitudes. Se repetía la primera frase: “¡Cuán felices serían tus sueños si no le adjudicases a cada una de las figuras que aparecen en ellos el papel que “debe” representar!”
Ese “debe” representar se le clavaba en su corazón. Ese “debe” era el causante de todo el desorden que se daba a la programación. Ese “debe” trastornaba todo en la feliz marcha de la vida a pesar de cualquier tipo de circunstancias. Los “debe” deberían desaparecer. Ese era el primer paso para resolver la cuestión.
La luz le llegaba a Pablo. La luz se le hacía fuerte e intensa. Alcanzar esa libertad para no seguir con esos “debe” y permitir que la luz le quitara esas cargas de encima que le ahogaban en ciertos momentos. Seguía con la lectura del párrafo con mucho cuidado.
“La médula de los sueños que ofrece el Espíritu Santo no es nunca una médula de temor. Lo que los envuelve puede parecer lo mismo, pero su significado ha cambiado porque cubre otra cosa. Lo que determina toda percepción es su propósito”.
“¿Para qué es tu hermano? No lo sabes porque tu función aún no resulta clara. No le asignes un papel que tú crees que te haría feliz a ti. Y no trates de herirle cuando él no cumpla el papel que le asignaste en el sueño que tienes de lo que “debería” ser tu vida”.
Pablo tenía mucho para pensar y reflexionar. El camino de transformación en su vida empezaba a saber por dónde pasaba. Esos “debería” que le aplicaba a personas o circunstancias no tenían sentido. Si cambiaba su actitud, si ponía un cierto grado de confianza, si se abría a otras posibilidades, si no se cerraba a un solo camino, el proceso cambiaba sustancialmente.
Y el proceso era la vida. Una vida que podría ir desde la felicidad - ¡Cuán felices serían tus sueños si no le adjudicases a cada una de las figuras que aparecen en ellos el papel que “debe” representar! – hasta los momentos de miedo, ataque personal y angustia inenarrable.
La paz y la luz se unían y le daban una serenidad y una tranquilidad nunca sentida. La vida estaba en sus manos. La vida era creación suya. La vida era un planteamiento personal. Y eso lo iba liberando de angustias con la sabiduría que iba adquiriendo en los pasos que afirmaba.
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