Benjamín estaba sentado en una de las mesas del comedor con su esposa tomando la comida. Estaban en una institución educativa. Él quería introducirse en estudios superiores y su esposa le ayudaba y lo apoyaba. Un proyecto que realizaron al año de haberse casado y estaban los dos entusiasmados.
Los estudios eran su vida y no podía dejar pasar aquella ocasión. No lo dudaron ni un instante. Dejaron su casa en la ciudad. Lo prepararon todo y se fueron a vivir en aquella residencia de estudiantes en la planta de casados. Después de todo era la realización de un sueño que siempre había estado en sus mentes.
Todos los participantes en los estudios debían colaborar con una de las necesidades diarias de la residencia. Era parte de la educación. No solo se cultivaban las facultades intelectuales sino las experienciales y de servicio. Una forma de abrirse a la comunidad en todos sus servicios.
Colaboraba en la limpieza de los utensilios de la comida ciertos días de la semana. Además de eso estaba esperando otro cometido. En esos momentos mientras comía en aquella mesa, veía al responsable de los servicios dar vueltas alrededor de ellos. Al principio no le dio ninguna importancia. Siempre era una persona ocupada y su cabeza tenía muchos temas al mismo tiempo.
Siguieron comiendo. Pero, la mirada del responsable se posaba en su mesa y, en ocasiones, se cruzaban los ojos. Se volvía a ir y volvía a venir. Era un comportamiento un tanto errático. Cuando terminaron de comer, llevaron los platos a su lugar y limpiaron la mesa.
Al estar por abandonar el local, se atrevió a acercarse a Benjamín. Le dijo que deseaba consultarle algo. Benjamín accedió y le dijo que estupendo. Con cierto titubeo el responsable de servicios le dijo que había pensado en una tarea para proponerle, pero no se atrevía del todo a decírselo.
Se quedó perplejo un tanto Benjamín ante esa actitud. No creía que fuera una persona delicada ni difícil. Al final le compartió que necesitaba que se hiciera cargo todos los días, a eso de la media tarde, de llevar en la furgoneta la basura de la cocina del día hasta la zona de vertidos.
Benjamín no lo dudó ni un instante. Le contestó que sí. El responsable de servicios le pidió disculpas por haber dudado de su disponibilidad. Le indicó que le hacía un gran favor y que una persona de sus características era la oportuna para realizar esa tarea. Le aseguró que le había quitado un peso fuerte de su responsabilidad.
“¿Cómo no ibas a percibir como liberación del sufrimiento el darte cuenta de que eres libre? ¿Por qué no habrías de aclamar a la verdad en vez de considerarla un enemigo?”
“¿Por qué razón te parece arduo, escabroso y demasiado difícil de seguir una senda que es fácil y que está tan claramente marcada que es imposible perderse?”
“¿No será acaso porque consideras que es el camino a la perdición en vez de una manera sencilla de encontrarte en el Cielo y en Dios que no exige ni sacrificios ni pérdidas?”
“Mientras no te des cuenta de que no renuncias a nada y de que es imposible perder, habrá veces de que te arrepentirás de haber elegido este camino. Y no verás los muchos beneficios que tu decisión te ha aportado”.
“No obstante, aunque tú no los veas, están ahí. Su causa ya los produjo, y los efectos tienen que estar allí donde su causa ha hecho acto de presencia”.
Benjamín se confirmaba en sus decisiones. Lo tuvo claro desde el principio. Cada tarde se dedicaba a la recogida de todos los cubos de desperdicios y los vertía en el lugar adecuado unos cuantos kilómetros apartado. Después volvía y con agua abundante los limpiaba, los dejaba relucientes y los ponía en su lugar.
La tarea fue una bendición en su vida. Estaba dispuesto a encarar cualquier situación. Descubrió la dignidad del servicio. La dignidad de todas las tareas. La altura de las personas que se dedicaban a hacer que la vida de los demás fuera tranquila, sencilla y agradable. El camino hacia el Cielo pasaba por aquellas acciones de vertido y limpieza.
Así cuando estudiaba, comprendía, investigaba y descubría, sabía poner en su lugar adecuado esa sabiduría en un ambiente de servicio, de comprensión, de valoración de cada detalle por sencillo que pareciera. Le puso claro en su mente esa seguridad de que la libertad había entrado en su vida.
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