domingo, septiembre 17

LAS APARIENCIAS NO SON SEGURIDADES

Marce recordaba un incidente que ocurrió durante su periodo de formación militar en su servicio militar obligatorio. Jóvenes de 21 años se reunían para aclimatarse a la disciplina militar y al uso de las armas como parte del ejército obligatorio. Unos años después, esa obligación dejó de existir. 

Muchos jóvenes de diferentes ciudades se reunían en un centro de instrucción de toda la provincia para ir pasando por ese proceso. Marce estaba en una compañía de 200 jóvenes como él. Tuvo ocasión de entrar en contacto con muchas personas. 

Con Los jóvenes que dormían en literas cercanas la amistad era más oportuna. La amplitud de la nave era muy grande y sólo la cercanía circunscribía el conjunto de personas que se podían normalmente comunicar. Una de ellas, con una cara especial tuvo una conversación muy interesante. 

Las primeras impresiones de las personas nos llegaban de su aspecto físico. La apariencia era lo primero que entraba por los ojos. Los ojos y la experiencia que habíamos tenido previamente nos orientaban. Marce pudo describir el rostro de ese joven como muy especial. 

Tenía los ojos vivos, las cejas juntas, una mirada inquietante que era capaz de dejarte helado por la fuerza que lanzaban por sus pupilas y un color rojizo que enmarcaba la cara de un sinvergüenza en toda regla. Una persona con la que había que tener cuidado, mucho cuidado. 

La conversación giró sobre la apariencia de esa cara de mirada tan descarada. El muchacho exponía que sufría por la impresión que daba. Admitía que su rostro era el vivo retrato de un sinvergüenza, de un gánster, de un buscalíos, de un matón con todas sus armas afiladas para dar el golpe en el momento adecuado. 

Se definía, y todos sentíamos esa sensación al verlo, al mirarlo y al sentirlo. Pero, se esforzaba por decir que ese rostro le había dado multitud de problemas. Siempre que había habido un algún altercado cerca de su vecindario, la policía lo detenía y lo interrogaba. 

Marce veía que había una distancia entre la apariencia física y el auténtico ser de la persona. En sus charlas era comprensivo, sensible, compañero, ayudador y nos repetía que se podía confiar en él. Su rostro, su apariencia lo desmentía. Una lucha entre la apariencia y el ser que no salía fuera sino era por el físico, eso se pensaba. 

Después de tres meses de convivencia, el muchacho tenía razón en sus planteamientos. Su conducta y su apoyo en todo momento desmentían a su cara, a su rostro, a su apariencia. Se comportaba de forma excelente. Marce veía que al cuerpo le dábamos una importancia tan grande como al ser. 

“El cuerpo, que de por sí no tiene ningún objetivo, es la excusa que tienes para los diversos objetivos que tienes y que le obligas a perseguir. No es su debilidad lo que te asusta, sino su falta de fuerza”. 

“¿No te gustaría saber que nada se interpone entre tú y él? Los que descubren que su salvador ya no es su enemigo experimentan un sobresalto. Cuando se descubre que el cuerpo no es real se suscita una cierta aprensión y se experimentan matices de aparente temor en torno al feliz mensaje de que – Dios es amor - ”. 

“Cuando la brecha desaparece, no obstante, lo único que se experimenta es paz eterna. No más de eso, pero tampoco menos. Si no tuvieses miedo de Dios, ¿qué podría inducirte a que lo abandonases? ¿Permitirías que el cuerpo dijese “no” a la llamada del Cielo, si no tuvieras miedo de perder tu ser al encontrar a Dios?”

Marce se afirmaba que el cuerpo era una interpretación nuestra. Nuestro ser no era el cuerpo. Así lo había descubierto en el rostro de aquel muchacho de 21 años que se debatía contra la apariencia de su cara. Él no era lo que dejaba traslucir su rostro. Su ser era algo totalmente distinto. 

Entendía, por primera vez, la definición de Dios: “Dios es amor”. Una cualidad que no tenía nada que ver con su apariencia. Una cualidad que estaba relacionada con el intercambio y con la actuación. Aquel compañero del servicio militar luchaba por sacar su ser y dejar de lado su cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario