Mateo se encontraba caminando en un terreno desconocido. La palabra utilizada por el Maestro era algo así como transfórmate, ve más allá de lo que tu mente está considerando. Ese nuevo terreno, diseñado por el Maestro, estaba apareciendo ante sus ojos.
Su corazón asentía con sus pensamientos. Se dejaba llevar por esas ideas que tenían tanta coherencia en su interior. Era una nueva luz que se acercaba y una nueva relación nacía entre él y su Creador. No podía ser posible que unos padres humanos superaran en bondad y en atender a sus hijos al Hacedor de todas las cosas.
La relación debía seguir la senda de la liberación, del apoyo, de la inteligencia y de la sabiduría. Tenía vestigios de la actuación del Padre en la parábola del Hijo Pródigo. Le encantaba recordarla en muchos momentos de su vida. La libertad que exhalaba le atraía. El amor del recibimiento le llenaba de fuerza y de cariño.
Era un auténtico Padre que se preocupaba por Sus Hijos con toda su Potencia y Bondad. Eso le hacía respirar lleno de paz y lleno de confianza en su relación. Seguía leyendo: “En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa”.
“Un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios Padre refulge todavía. Tú no puedes despertarte a ti mismo. No obstante, puedes permitir que se te despierte. Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. Puedes perdonarle sus ilusiones tan perfectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños”.
“Y al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios Padre mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera que las sombras densas ceden ante la luz”.
“La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. La llegada de luz supone su desaparición. Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás que es lo que realmente llena la brecha que, por tanto tiempo, pensaste que os mantenía separados”.
“Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. Mediante tu regalo de libertad te liberas tú”.
Mateo entendía que, según esas sabías palabras, no había ningún elemento material que fuera sustancial para identificarnos. La presencia del cuerpo, la parte material nuestra, quedaba relegada. Lo sustancial era el Ser. Y no había miles y millones de Seres. Sólo había un “Ser”. Uno, compartido y expandido por Dios.
Él era el “Ser” y en Su Creación lo expandió en cada uno de nosotros. “Su Hijo tiene que ver al otro no como un cuerpo, sino como uno con él, sin la muralla que el mundo ha construido para mantener separadas todas las cosas vivientes que no saben que viven”.
La unidad se abría en el horizonte. La unidad se hacía eco en las playas de bendición de unión. La separación tocaba a su fin porque lo que destacaba en la persona era su corazón. Y una frase afirmaba en pocas palabras esa sensación: “No me importa cómo es tu cara. Me importa cómo es tu Corazón”.
Mateo daba gracias por sentirse comprendido en ese camino desconocido que le llegaba hasta él con esas fibras encendidas de amor.
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