martes, enero 10

EL CAMBIO ESTÁ DENTRO DE TI

José tenía un carácter muy extrovertido. Era muy comunicativo. No solía repetir tópicos del tiempo, de la familia y de los incidentes de los lugares. Siempre tenía un tema de enjundia con las personas con las que podía departir. Temas que tocaban las esencias de la vida. José descubría nuevas visiones y le encantaba compartirlas. 

Vivía con emoción y con entusiasmo sus nuevas ideas. Las compartía con esa misma fuerza de su experiencia. En esa comunicación, creía que los demás vivían con esa misma intensidad que en su interior se producía. Era una forma de cambiar, de cambiarse y de compartir la influencia. Sin embargo, un día descubrió que el cambio nunca nos viene de fuera sino del interior. 

José era de aquellos jóvenes soñadores que deseaba cambiar el mundo. Sus ansias de superación eran infinitas y sus anhelos de cambio continuos. Veía el mundo como una posibilidad maravillosa de cambio y de perfección. Cierto día descubrió una afirmación que tenía toda su lógica, tenía toda su razón: “Cambia tú mismo y el mundo cambiará”. 

Al principio no entendía cómo eso podía ocurrir. Él podía cambiar, pero ¿cómo cambiaría el mundo? Después de largo tiempo, empezó a comprender que su cambio implicaba una nueva visión del mundo. Si el cambiaba, su visión del mundo cambiaba. Y en ese cambio, radicaba el proceso. Si él cambiaba, era capaz de ver bondades donde antes ni siquiera las imaginaba. 

En esas bondades, las influencias funcionaban y el apoyo conjunto las hacía crecer. José se iba adentrando en la sabiduría del cambio. En la sabiduría del cambio interior. En la sabiduría de la nueva visión que producía. Leía aquellos renglones con especial atención: “El Espíritu Santo te ha dado los mensajeros del amor para que los envíes en lugar de aquellos que adiestraste mediante el terror”. 

“Están tan ansiosos de devolverte lo que tienen en gran estima como los otros. Si los envías, sólo verán lo bello y lo puro, lo tierno y lo bondadoso”. 

“Tendrán el mismo cuidado de que no se les escape ningún acto de caridad, ninguna ínfima expresión de perdón ni ningún hálito de amor”. 

“Y retornarán con todas las cosas bellas que encuentren para compartirlas amorosamente contigo”. 

“No tengas miedo de ellos. Sus mensajes son mensajes de seguridad, pues ven el mundo como un lugar bondadoso”. 

“Si envías únicamente los mensajeros que el Espíritu Santo te da, sin desear otros mensajes que los suyos, nunca más verás el miedo”. 

“El mundo quedará transformado ante tu vista, limpio de toda culpabilidad y teñido de una suave pincelada de belleza”. 

José veía reverdecer sus laureles de cambio y de transformación. Su cambio cambiaba su mirada. Su nueva visión iluminaba el mundo con unos colores totalmente diferentes. Sus ilusiones se hacían verdaderas y la nueva mente armónica y sublima renacía. 

“El amor también quiere desplegar ante ti un festín sobre una mesa cubierta con un mantel inmaculado, en un plácido jardín donde sólo se oye una melodía angelical y un suave y feliz murmullo. Y en un instante santo, todos bendecís la mesa de común unión juntos, al uniros fraternalmente ante esta”. 

José veía esas nuevas sendas. Seguía derribando su pequeño muro interior de odio al hermano. En su dilución, un nuevo aroma le envolvía y le sugerían experiencias nuevas. Se hacía nueva su mente, su ilusión, su corazón y su profundo ser de unión. Por fin comprendía. Cambiaba él y el mundo, a su paso y a su nueva visión, también cambiaba. ¡Hermosa pasión de luz!

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