lunes, enero 2

PALABRAS QUE NO AYUDAN

Rafa estaba pensando que ya era hora de borrar cuatro palabras de su mente, de su vocabulario, de su pensamiento y de su consideración. No debían tener ya ninguna atención. Era una decisión que había ido madurando poco a poco y que ya había llegado a una conclusión. Cada palabra había jugado un papel importante a lo largo de su vida: "pecado", "castigo", "culpabilidad", "perversidad". 

La palabra “pecado” la había cambiado por "error". Todos los seres humanos podemos aprender. En el proceso de aprendizaje, tenemos errores naturales. Es connatural al aprendizaje equivocarse. Pensaba en la rama de la ciencia. Tuvo que separarse de la Teología para crear sus propias normas de comportamiento. 

La ciencia investigaba, buscaba soluciones, ensayaba hipótesis, realizaba experimentos, miraba el proceso y trataba de encontrar los inconvenientes que no apoyaban los resultados. Rafa se acordaba de su esposa que no osaba realizar algo que no supiera bien, muy bien. Si se equivocaba, temía el castigo y la reprimenda. Esa actitud era contraria al aprendizaje. 

Respecto al “castigo”, Rafa se quedó sorprendido ante una manifestación de su director del centro. Le compartía que la finalidad del “castigo” era el cambio de conducta, la aceptación del error. Si la persona aceptaba ya ese cambio de conducta, el “castigo” no tenía ninguna función. Era la primera vez que lo escuchaba. 

El “castigo” había ocupado un papel tan central en la disciplina que solamente se veía el “castigo” y nada más. La “culpabilidad” era una situación que no liberaba a nadie de su peso y de su aversión. Escuchó a un prestigioso personaje, que había defendido una teoría opuesta a su último descubrimiento, afirmar que se sentía culpable de su actitud anterior. 

Rafa se preguntaba qué resolvía la “culpabilidad”. Durante años creyó en una teoría. En el momento que descubrió otra, su actitud científica era neutralizar la anterior y compartir la actual. No era necesario dejar ninguna huella moral en su alma. La ciencia liberaba de esos pesos morales que el alma cargaba sin ninguna justificación. 

Rafa veía una carga suplementaria en esas palabras: “el “pecado” es una idea de “perversidad” que no puede ser corregida, pero que, sin embargo, será siempre deseable”. 

“La atracción de la “culpabilidad” reside en el “pecado”, no en el “error”. El “pecado” volverá a repetirse por razón de esta atracción. Pero mientras la “culpabilidad” continúe siendo atractiva, la mente sufrirá y no abandonará la idea de “pecado”. 

“Un “error”, en cambio, no es algo atractivo. Lo que ves claramente como una equivocación deseas que se corrija. A veces un “pecado” se comete una y otra vez, con resultados obviamente angustiosos, pero sin perder su atractivo. Mas de pronto cambias su condición, de modo que de ser un “pecado” pasa a ser simplemente un “error””. 

“Ahora ya no lo seguirás cometiendo; simplemente no lo volverás a hacer y te desprenderás de él, a menos que todavía te sigas sintiendo culpable”. 

Rafa lo confirmaba con sus propias experiencias. Los errores eran indicios de equivocación. No conllevaban culpabilidad, castigo, perversidad, ni condenación. Eran errores solamente. Y los errores se superaban fácilmente como seres de continuo aprendizaje en nuestro proceso de adquisición de conocimientos y destrezas. 

Rafa daba por terminado su proceso con aquellas cuatro palabras que no quería recordar. En su camino de continua y constante superación, sólo los errores eran objeto de su reflexión. No había más.

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