miércoles, enero 18

EXPRESIONES DE ENERGÍA Y VERDAD

Samuel disfrutaba con aquella frase que había escuchado. Una persona muy querida le había compartido un tema musical. Habían escuchado los dos la temática y la letra. De entre las estrofas, se destacó una en la mente de Samuel. Fue un chorro de luz en su mirada, en su pensamiento y en su interior. No dejó escapar esa frase. Le tocó el alma. 

La frase tenía su miga: “he nacido para quererte”. La repitió en sus adentros. La compartió con la persona. Hicieron un pequeño plan para utilizar esa frase en sus saludos. Era una declaración sencilla de lo que en realidad anida en el corazón humano: “He nacido para quererte”.

Tenía fuerza en diversos niveles. Solamente en el nivel de contacto inicial, al compartir la idea, despertaba admiraciones, sorpresas, alegrías, afirmaciones. Destacó el interés de una persona de querer escribirla de inmediato en un trozo de papel para que esas palabras sencillas no se perdieran en el olvido del tráfago de las palabras, de las actividades, y de las múltiples opciones del día. 

Interés despertado en la comunicación escrita con personas apreciadas, queridas y admiradas. La frase iba despertando toda una serie de hermosos sentimientos y alegrías allá por donde pasaba y posaba su tranquilidad y su natural melodía: “he nacido para quererte”. 

Samuel estaba contento. Era el tipo de frases que le encantaba compartir. La alegría, la admiración, la sorpresa siempre salía. Era una delicia del corazón pronunciarla. Una delicia maravillosa escucharla y recibirla. A pesar de su buena sonoridad y su buena recepción, la frase era mucho más profunda de lo que superficialmente aparecía. 

La primera parte tocaba la idea de nacer: “he nacido”. Tocaba esa parte siempre querida del nacimiento. Toda una fiesta. Toda una alegría. Toda una plenitud en la familia, en la pareja, en la madre, y en ese padre que se sentía en las nubes porque algo hermoso había salido de dos seres, producto de un amor precioso, hermoso y fabuloso. 

La primera parte aportaba una cantidad de alegría y alborozo que todos llevábamos dentro. Todos participábamos de esa explosión de bendición, de realización y de contento. Era una de las alegrías básicas de la vida. La aparición de la vida siempre llenaba de júbilo a todos los allegados, a todos los vecinos, a todos los cercanos. 

La segunda parte: “para quererte” hacía presente, desde una profundidad consciente, la verdadera naturaleza de la vida. Era la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros. Si en el nacimiento, aportábamos alegría de una manera presencial, inconsciente. En la etapa de la consciencia entroncábamos con esa esencia de amor que vibraba en el interior. 

La consciencia le confería una belleza sin igual. Era una entrega natural de ese tesoro que todos poseíamos en nuestro corazón. Así, con todo ese bagaje en nuestro interior, podíamos pronunciar con toda consciencia, con toda verdad, y con toda realidad trascendente: “he nacido para quererte”. 

Era clarificar nuestra misión en la vida. Nuestro cometido se resumía en esa frase de una manera tan genial que no sólo sonaba bien, sino que bajaba a las profundidades de la verdad y resaltaba esa maravilla que todos llevamos dentro, dentro de nuestra libertad. 

Y en esa libertad consciente, nos entregábamos con todo encanto y pasión para pronunciar, con nuestros labios, la realidad auténtica de nuestro corazón: “he nacido para quererte”. 

Samuel sentía esa verdad con fortaleza, con ilusión, con esa verdad que vibraba en cada poro de su piel. Y compartía la frase con esa consciencia de que se descubría a sí mismo y a los demás. Todo eso sintetizado en esa frase sin igual: “he nacido para quererte”.

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