martes, enero 31

PRINCIPIOS AUTÉNTICOS DEL PADRE CELESTIAL

Carlos discurría sobre la función del Padre Celestial de la familia humana. Veía el poderoso amor de los padres humanos por sus hijos. Observaba ese interés en educar, compartir las buenas actitudes, facilitar las tareas y desarrollar los hábitos de colaboración dentro de la familia. Muchas veces se había quedado sorprendido por la atención, el sacrificio y la entrega de dichos padres.

Todo lo que había visto en las familias lo consideraba un reflejo del Padre Celestial. Confiado en ese amor, se acercaba a esas líneas de pensamiento que llegaban hasta su mente: “La salvación es volver a despertar las leyes del Padre Celestial en mentes que han promulgado otras leyes a las que le han otorgado el poder de poner en vigor lo que el Padre Celestial no creó”. 

Ese volver a despertar esos principios, implicaba que se habían emborronado, en la comprensión, las actitudes, las solicitudes y las ayudas del Padre Celestial. Una de esas ayudas era la compañía: “A todo el que camina por la tierra en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse a sí mismo”.

Carlos recordaba la petición de una madre de uno de sus alumnos. La madre, interesada en la educación y desarrollo de su hijo, había captado que estaba siendo influenciado por un compañero con unas ideas un poco innobles. La influencia era evidente. No se escondía de nadie. La madre exponía esa situación para que Carlos hablara con su hijo. 

La madre se adelantó al pensamiento de Carlos. Le dijo que, como madre, ella tenía su influencia limitada a esas edades de los jóvenes. Una opinión de uno de sus profesores sería mucho más fuerte y poderosa que la suya. Volcó sobre el alma de Carlos su preocupación, su interés, su desvelo, su respeto, pero le pedía si podía ayudar en ese proceso, en esos momentos, en esa tendencia que llevaba su hijo único. 

Carlos observaba que las madres no sólo daban la vida. No sólo resolvían los problemas físicos de crecimiento. También se ocupaban del desarrollo del carácter y de las orientaciones de sus hijos. Las madres hacían obras completas, no inacabadas. ¿Quién podría negarse a tratar de compartir unas ideas de libertad y no de dependencia?

Eran momentos de despertar la responsabilidad personal por encima de la imitación de otra mente juvenil poderosa. La influencia, cuando respetaba la decisión personal, era siempre positiva. La influencia, cuando anulaba a la persona y sólo obligaba a seguir el camino que él imponía, era una esclavitud asumida sin conciencia. La amistad no podía borrar las decisiones y responsabilidades personales. 

Aquí Carlos veía ese reflejo de los principios del Padre Celestial en esa madre. Y debía ayudar en ese proceso para volver a despertar esos principios en una mente que proclamaba otros principios que el Padre Celestial no creó: anularse a sí mismo por la influencia y por la amistad. Perder su propio camino y perder su propia responsabilidad. 

La conversación con su hijo fue un elemento de paz, de confianza, de claridad y de reflexión. El hijo llevaba la sabiduría de sus padres. Llevaba la buena actitud y las buenas amistades desarrolladas por sus progenitores. Aquel muchacho, tan bien formado por esos padres, sólo necesitaba una luz, una reflexión, unos pensamientos dichos en voz alta para darse cuenta de su error, de su equivocación, de su camino irreal. 

No siempre se daba así en el campo de la vida de los jóvenes. Pero, en aquel caso, aquella preocupación de la madre quedó colmada. Aquella amistad de los dos jóvenes no se quebró, continuó. Pero, de otro modo, con un sentido distinto. Ya no había sumisión del uno al otro. Era compartir las decisiones y expresar con claridad las divergencias sin asomo de duda. La verdadera amistad estaba basada en el respeto. 

Para el hijo de la madre, fue un punto de retorno en su vida. Fue un despertar de los principios del Padre Celestial. Le dio oxígeno y energía. Se dio cuenta de la influencia y la dirección que llevaba. Decidió crear su propio camino y aceptar, una vez más, esos principios del Padre Celestial que había sembrado en su experiencia. Un recuerdo que, muchos años después, todavía agradecía aquella conversación que le abrió el auténtico horizonte de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario