domingo, enero 15

TU PROPIA FUERZA ES TU LIBERTAD

Abel estaba tranquilamente pensando en esa expresión de Rabindranath Tagore expresada en un deseo al eterno. Un deseo al eterno que era más que una petición sobre un elemento específico, un reconocimiento de la sabiduría universal que anidaba en el pensamiento:

No me dejes buscar aliados en el campo de batalla de la vida, como no sea mi propia fuerza”.

Veía que la sabiduría rezumaba en esta expresión, en esa alma que reconocía lo que debía pedir y lo que no debía pedir. Admitía lo que debía recibir y lo que no debía recibir. 

Abel dejaba su mente volar. Muchos recuerdos se agolpaban en su mente queriendo salir a la vez. Al buscar aliados en el campo de batalla de la vida había visto muchos enfrentamientos familiares. En ocasiones, exigíamos de nuestros familiares que se comportaran de una manera u otra en la línea de apoyarnos. 

No lo habíamos hablado con ellos. No les dejábamos la libertad. Llegábamos a la conclusión de que si no se comportaban como nosotros creíamos que debían comportarse, entonces no eran realmente familiares nuestros. Eran conceptos equivocados de la vida que los aplicábamos y sacábamos conclusiones. Por ello, la actitud del autor era tan clara en ese asunto. 

No me dejes buscar aliados en el campo de batalla de la vida, como no sea mi propia fuerza”.

Implicaba respetar la libertad de los demás. La falta de libertad era un elemento que se imponía en nuestras relaciones. En muchas ocasiones había escuchado la expresión: “Me he visto comprometido. ¿Cómo le digo que no?”. Esas expresiones donde el compromiso se superpone a la libertad dieron lugar a separaciones terribles entre esos familiares. 

El autor se autoimponía a sí mismo que no le dejara buscar aliados en el campo de batalla de la vida. Buscar aliados implicaba dejar sobre los hombros de los demás su responsabilidad personal. Daba la solución. La responsabilidad era personal y debía enfrentar aquellas empresas donde pudiera emprenderlas con “su propia fuerza”. 

Abel no quería caer en los mismos errores que habían caído algunos de sus familiares. En un primer momento, muy unidos para ser capaces de pedirles su ayuda. Finalmente, muy separados por no haber podido obtener ese deseo de su interior. La falta de libertad se había producido. Y unas palabras fulminantes se habían pronunciado: “Me has decepcionado”. 

No me dejes buscar aliados en el campo de batalla de la vida, como no sea mi propia fuerza”.

La libertad, siempre la libertad, nos daba la salida, la verdad, el respeto, la consideración de nuestras fuerzas. Nos volvía sensatos. Nos evitaba poner en compromisos a nadie y nos dejaba totalmente libres para seguir desarrollando esa “propia fuerza” que era ese germen maravilloso de la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario