domingo, marzo 26

ALCANZA CON COMPRENSIÓN TU LUZ INTERIOR

Luis se encontraba en un punto de equilibrio en su vida donde debía decidir el camino que debía tomar. Por un lado, se le ofrecía el pensamiento de que era una totalidad plena, que todo ya estaba en él, que debía amarse, valorarse y apreciarse. Por otro, la otra voz le decía que debía conocer todavía muchas cosas y que una de estas le llenaría como nada le había llenado en la vida. 

La segunda voz le atraía mucho. Ese valor desconocido era un atractivo que le llamaba mucho la atención. Conocer experiencias nuevas era un estimulante de todas las mejores sensaciones de la vida. Siempre había una puerta abierta para que una de las mejores experiencias le dibujara ese cielo soñado en sus imaginaciones. 

Pero, dudaba algo de esa segunda voz. Había leído, en una ocasión, que esa segunda voz tenía una ley muy peculiar. “busca el amor, pero no lo halles”. Desde que lo leyó ya nunca más olvidó esa ley. Todo lo nuevo tenía su capital de curiosidad y de novedad, pero, en su esencia, repetía todos los mismos errores que había cometido anteriormente. 

La primera voz tenía unos visos diferentes. Pocas personas le hablaban de ella. Era algo difícil de entender que todo estaba ya en nuestro interior. No era necesario buscar nada en el exterior para sentirnos completos. Luis reconocía que, si él se sentía incompleto, cualquier otra persona también se sentiría incompleta como él. 

La única posibilidad teórica que podría darse era coincidir con otra persona incompleta que su vacío coincidiera con su parte plena. Y eso era realmente difícil. En cambio, cuando una persona se amaba a sí misma, se valoraba, se atendía, era cuidadosa con ella, no se perdía en las relaciones, y daba de comer a su alma, esa persona, al relacionarse con otra, no ofrecía su vacío sino su plenitud. 

Y una persona plena podía llenar cualquier vacío de la existencia. Todo podría darse con alguien lleno de amor, lleno de valor y lleno de seguridad interior. Las relaciones cambiarían totalmente. Nada sería igual mirado desde esa perspectiva. Una plenitud insospechada saldría desde el interior. Y Luis entreveía que desde ese camino podría aparecer el amor como una construcción de comprensión y apoyo. 

“Los que son conscientes de la fortaleza del Padre Celestial jamás podrían pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello, sino la pérdida de su perfección? Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que este parece ofrecer o poseer”. 

“Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla”. 

“¿Qué puede estar en conflicto con lo que es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? ¿A quién que esté respaldado por el amor del Padre Celestial podría resultarle elegir entre la plenitud y la carencia?”. 

Luis veía abrirse el camino delante de él. La primera opción se elevaba en su razón, en su corazón, en sus pensamientos, en su alegría y en su objetivo. Aceptar su perfección, su plenitud, su proceso de amarse, admirarse, buscarse continuamente en su conocimiento. Llenarse de tranquilidad, de seguridad, de respeto y de una confianza en su maravilloso Creador era una experiencia que lo hacía vibrar en su interior. 

El punto de equilibrio de su vida iba tomando con claridad el camino. Así que decidía llenarse él mismo y como consecuencia completar con su amor a todos los que encontrara en su sendero. Ese era el punto de luz que emergía potente del interior de sus pensamientos.

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