jueves, marzo 2

LA POTENCIA DEL "AHORA" EN NUESTRA VIDA

Darío entretenía en su mente esa frase que había leído en muchas ocasiones pero que no había logrado entender de modo profundo y comprensivo. La frase era sencilla: “vivir en el ahora”. Acostumbrado a ser un pensador continuo y constante, le costaba no vivir en el pasado, no pensar en el pasado, no reflexionar acerca del pasado.

También le encantaba mirar al futuro, construir sus futuras posibilidades y dejarse llevar por sus sueños. Con ese planteamiento de “vivir en el presente”, le daba la sensación de que las dos partes más importantes de su vida se le escapaban de las manos. Era como una propuesta de reducción de su vida. Y eso no lograba entenderlo. 

Había algo que le llegaba, a pesar de todo. Si el pasado tenía un lugar muy fuerte en su vida, dejaba de lado un poco ese renacer que ocurría en todo su cuerpo. Todos sus órganos físicos se regeneraban. Se hacía nuevo su corazón, se hacían nuevos sus riñones, se hacía nueva toda su piel. Gracias a esos procesos de regeneración muchas marcas de heridas en sus manos habían desaparecido. 

Veía que el pasado, además de información de las experiencias, también traía sus procesos de renacimiento. En esa línea, entendía un poco ese planteamiento de estar con una persona charlando haciendo caso omiso del pasado. Ese encuentro debía ser único, especial, placentero y revelador. Observaba que una opinión negativa, una idea de rechazo que ocurrió en el pasado, se colaba en el presente y destruía ese momento actual. 

Le quedó la idea de la repetición de la mente. Una persona podía haber proferido algún inconveniente. Ese hecho se había producido una sola vez. Pero, la mente, al recordarlo muchas veces, repetía ese hecho cientos de veces. Era un juego injusto que nuestra mente nos hacía. Era algo así como distorsionar la verdad. Después de tantos cientos de repeticiones, la mente se creía que se había repetido ese número de veces. Así lo vivía. 

Darío reconocía, en esa forma de actuar, mucha injusticia por parte de esa mente repetitiva. Descubría en esa propuesta de “vivir en el ahora” una solución para decirle a la mente que, lo que pasó en el pasado quedó en el pasado. No tenía ninguna continuidad en el presente. Darío, con pena, recordaba que un solo hecho había condicionado a ciertas personas, que conocía, tan duramente que arrastraron casi toda su vida ese hecho sin poder olvidarlo ni perdonarlo. 

En lugar de una verdad, se había construido una atrocidad. Y, la mente vivía esa falsedad como su más grande verdad. “Vivir en el ahora” era un medio de superar esa mente repetitiva. Era seguir la línea de nuestro organismo. Todo se regeneraba, todo se superaba, todo se vivía, todo se olvidaba, todo se aprendía y todo se comprendía. 

Darío se miraba las manos. Hacía esfuerzos para recordar todos los cortes que se había producido, las heridas sufridas, las inflamaciones habidas, el aspecto distorsionado en algunos momentos, pero su mirada nada veía. Sus manos estaban completas, armónicas, nada rememoraba el pasado. Sus manos se habían regenerado. 

Por ello, comprendió que debía aplicar, a esa mente repetitiva, el mismo proceso de regeneración. “Vivir en el ahora” era verse sin cicatrices, sin cortes y sin recuerdos. Era la enorme posibilidad de empezar la vida de nuevo, con la alegría del encuentro y con el entusiasmo de la delicia. Era vivir, realmente, cada día con esa fuerza de que el pasado no se inmiscuía. Dejaba que el presente se desarrollara fuerte y potente como la luz de una nueva estrella.

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