domingo, marzo 12

¿CÓMO SE SUPERAN LAS ILUSIONES?

Benito pensaba mientras leía aquellos renglones: “¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. Las ilusiones se oponen a lo que no puede sino ser verdad”. 

“La oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada. Lo que simplemente “es” no necesita defensa ni ofrece ninguna. Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debilidad es el único obstáculo?

“Tú eres el/la fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará”. 

Benito reconocía el poder inmenso que las ilusiones habían tenido en su vida. Era una persona intensa, entregada a sus mundos que se creaba en su interior. Los vivía, los imaginaba, los revivía y los gozaba. Mundos que diseñaba según sus pocos conocimientos de la vida. Mundos que ordenaba según sus apetencias. Estaban muy lejos de la realidad. 

Ninguna de esas ilusiones que dejaron cicatrices en su alma se habían llevado a cabo. Una vez fuera de esas ilusiones, no se comprendía a sí mismo. Reconocía que la vida tenía su ritmo, su paso, sus ocasiones y sus propuestas. Sin embargo, el caía en el error de confundir ciertas experiencias con la realidad, con lo definitivo, con lo total. 

Daba gracias al cielo que una de esas ilusiones no se cumpliera nunca en su vida. Una chica que conoció y, como un cohete de artificio, se le había disparado el amor y se había enamorado totalmente de ella. Una ilusión que apareció con la fuerza de la vida y con la fuerza innata de su fuerza interior. Cuando no se conocía el amor, cualquier sensación se confundía. 

Releía la frase: “Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad”. La realidad lo fue poniendo en su sitio. Esa confusión amorosa no se fue dando en el tiempo. La chica le iba dejando claro que no le interesaba esa relación para nada. Sólo era una amistad. Una amistad agradable, bonita, relajada y respetuosa, pero nada más. 

Admitir la realidad le costó. Sufrió. Se desilusionó con el fardo de la terrible frustración. Pero cuando, tiempo más tarde, conoció al amor de su vida, se dio cuenta del error en el que se había metido anteriormente. La nueva chica le ofreció la realidad del amor. Se fue construyendo poco a poco entre los dos. No era la ilusión tejida en su imaginación. 

No fue la llama de paja que se encendía con fuerza y con fuerza desaparecía de inmediato. Fue una llama serena y constante que iba ganando poco a poco una intensidad fuerte y potente. Nunca había estado más contento. Al comparar la frustración de la primera chica con el cielo de la segunda daba por bueno, por muy bueno, la frustración que sintió. 

Reconoció que se había adelantado a su ocasión, a su oportunidad, a su momento. La vida tenía sus ritmos y sus propuestas. Por ello, reconocía la verdad del texto: “¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad”. 

Benito guardaba esas palabras en su corazón. Seguir la maestría de la realidad le hacía entrar en terrenos de sabiduría. Deseaba caminar por ellos. Con la realidad entraría en el corazón inmenso de la vida.

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