Carlos se había quedado un tanto dudoso con aquella afirmación. Era entenderlo totalmente al revés de cómo había que comprenderlo. Una absurdidad. Sin embargo, debía reconocer que tenía los conceptos equivocados y bien confundidos. Siempre era un placer poner sus pensamientos en orden. Y, si era para aclarar un concepto, mucho más.
Le encantaba leer, pero lo que más le gustaba era comprender y comprenderse, Por ello, siempre andaba con libros de pensadores en busca de sabiduría. Era su objetivo supremo en la vida. Había venido a vivir y quería desenmascarar, en lo posible, todos los significados que orientaban su existencia, la conducían y la dirigían.
“No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. Tenerle miedo al Padre Celestial es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. Sin embargo, El Padre Celestial es el único refugio. En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de falacia o espejismo”.
“En Él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. Y es esa intención lo que te asusta, no la forma que adopta. Lo que no es amor es asesinato”.
“Lo que no es amoroso no puede ser sino un ataque. Toda falacia o espejismo es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas”.
Carlos veía que las palabras eran fuertes. “Lo que no es amor es asesinato”. Recordaba las afirmaciones del sabio que expresaba el menosprecio en el mismo nivel del asesinato: “oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente, pero yo os digo que lo mismo es para el que desprecia a su hermano”. Romper una relación era como matar algo en el hermano y en nosotros mismos.
Se quedaba impactado, parado, en suspenso. Era muy fuerte. Nunca en la mente de Carlos había aparecido la idea del asesinato físico. En cambio, el asesinato emocional en las relaciones eran cosas de todos los días. Había sufrido mucho en su familia con los problemas emocionales que había llevado a su separación. Recordaba sus dolores y sus desilusiones. Le supo muy mal. Era como romper algo sagrado dentro de él.
La otra frase que sonaba en su interior le atraía su atención. Debía digerirla: “Tenerle miedo al Padre Celestial era tenerle miedo a la vida, no a la muerte”. Carlos se veía amputado en sus relaciones, en sus pensamientos. Era como dejar de gozar la bondad del Padre Celestial. No podía tener miedo a la vida. No podía tener miedo al Padre Celestial cuando le planteaba maravillas en el amor.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”. Un Padre Celestial de este tipo estaba siempre con nosotros y deseaba que viviéramos intensamente la vida sin ningún obstáculo.
Carlos tomaba nota de esos dos aldabonazos que había recibido su corazón. Con el amor la vida adquiría toda su maravilla, toda su bondad, y toda su libertad. Y con la suma consideración a los demás, veíamos a nuestro Padre Celestial no en el Cielo, sino en el aprecio, en el cariño, en las palabras amables que les dirigíamos a nuestros hermanos.
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