Guille no dejaba de descubrir conceptos nuevos que revolucionaban sus conocimientos y sus saberes. Había escuchado de la relación entre la mente y el cuerpo. Había leído sobre las relaciones psicosomáticas. La relación entre mente y cuerpo estaba aceptada. El cuerpo era la parte más tosca de la mente. La mente era la parte más refinada del cuerpo.
Pero, ahora, delante de sí, tenía el tema de la libertad. Los dos, el cuerpo y la mente, no podían ser libres. Solamente uno de ellos era libre. “¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más el cuerpo o la mente? ¿Cuál de ellos es tu objetivo? Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al otro, como un fin”.
Guille se quedaba suspenso, caviloso y pensativo. Casi sin darse cuenta, había elegido la mente como elemento principal. Una mente que era una presencia consciente. Se daba cuenta de lo que hacía, de lo que pensaba, de lo que vivía y de todas las acciones que desarrollaba. La mente, sin lugar a dudas, era un gran descubrimiento en su vida.
La apreciaba mucho más a medida que había ido creciendo y entrando en años. La mente no se hacía mayor. El cuerpo dejaba impresa en su apariencia el paso del tiempo. La mente continuaba tan clara, fresca, maravillosa y juvenil como en sus años de mocedad. Guille se sorprendía de las ilusiones que pululaban por su mente a pesar de su avanzada edad.
Lo tenía claro. Mientras el cuerpo se iba cambiando con los años, la mente continuaba con su darse cuenta de un modo continuo y constante. Muchas veces se había repetido a sí mismo: “somos, en esencia, mente”. El cuerpo nos separaba de los demás. Pero la mente nos unía en nuestros proyectos, en nuestros sentimientos, en nuestras luchas por la vida, en nuestros abrazos comprensivos y cariñosos.
Ese sentimiento de unidad radicaba en la mente. Los cuerpos proclamaban sus diferencias. No se podían unir. Pero las mentes podían fundirse en una maravillosa conversación y sentirse, en esas palabras, volando por los aires del cielo. Su elección estaba hecha. Quería seguir leyendo para ir conociendo más de esa relación entre la mente y el cuerpo.
“Y uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se reconoce que no tienen función alguna”.
“Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro como medio para encontrarla”.
Guille vibraba. Se daba cuenta que había hecho la elección oportuna según su experiencia de la mente en su vida. Su finalidad era la mente. El cuerpo sería el medio para encontrarla. El cuerpo en sí no tenía ningún fin. La idea quedaba clara: “Y uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia".
"Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se reconoce que no tienen función alguna”. Un paso más en ese camino de ver la claridad de la vida.
La mente no envejecía. El cuerpo envejecía. La mente era su objetivo. El medio era el cuerpo. Guille se liberaba, se alineaba con la mente. Respetaba a su cuerpo como medio, pero iba desapareciendo a medida que la mente iba tomando su preeminencia. La mariposa de la mente iba saliendo de su cuerpo de oruga.
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