Santiago recordaba con mucha ilusión la ocasión en la que le invitaron a conocer a una persona funcionaria del Estado. Quería realizarle algunas preguntas sobre un tema que le concernía. Las personas que le habían hablado de él lo habían definido como una persona ecuánime, agradable, comprensible y amable.
Con toda seguridad le atendería y le escucharía atentamente. Era una persona que transmitía paz, confianza y cercanía. El equilibrio era una de sus máximas y servir a los demás era su divisa. Todo un despliegue de ideales que pululaban por su mente y que le parecían un milagro que se dieran cita en aquella persona destacada.
En efecto, el humanismo que mostró con Santiago le hicieron acreedor de todas las definiciones que le habían dado de él. La seguridad que le transmitió, el interés que se tomó por sus consultas y las preguntas que le hizo para clarificar el tema, daban buena cuenta de aquella mente puesta sobre aquellos hombros para compartir con personas, con cualquier persona.
Santiago pensaba que eran reflejos de ideales más altos que se deban cita en ciertas personas muy humanas: “Puedes estar seguro de que la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde”.
“Y esto tiene que ser verdad porque Él no le pide sacrificios a nadie. Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida, no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto”.
“Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cualquier clase de injusticia como la solución. Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque es injusto. Y todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente”.
Así Santiago se alegraba sobremanera de ver equilibrios tan vastos y enormes en personas que podían hacer tanto bien a sus conciudadanos. Era como una motivación personal para desarrollar esas cualidades en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos diarios, en nuestras decisiones de cada instante.
La paz, el sosiego y la amplitud se palpaba en aquella entrevista. Hermoso momento de experiencia para ir desarrollando en cada ocasión de nuestra existencia.
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