lunes, mayo 22

EL EQUILIBRIO DE VIDA DE NUESTRA DECISIÓN

José pensaba en el desequilibrio en el que se sumía el ser humano en ocasiones a lo largo de su vida. En unos momentos se creía el rey del mundo y se jactaba de ello delante de los demás. Hacía ostentación de lo que tenía. Disfrutaba teniendo lo que otros no tenían. Se sentía contento cuando podía decirles que los demás carecían de lo que él poseía. 

En otros momentos de la vida, se hundía en la desgracia, en la oscuridad y en el fustigarse uno mismo. Se veía lleno de defectos, de contrariedades, de inseguridades y se consideraba como algo bajo, sin sentido, sin dignidad. Él mismo no se valoraba como una gran persona que era. 

Todos habíamos pasado por esos momentos tontos donde el mundo resbalaba de nuestros pies y nos hacían pasar instantes tenebrosos. La sonrisa nos salía en nuestros labios y expresaban la equivocación en la que nos habíamos sumido. Sería muy diferente experimentar la vida desde la unión y el compartir. Unir, compartir, divertirse, gozar, elevarse y disfrutar. 

Siempre a nuestra mano, en nuestra decisión, en nuestros pensamientos radicaba la actitud de cada momento en la que podíamos elegir, decidir y dejarnos llevar por la hermosa comprensión. José se dejaba llevar por aquellas ideas que se deslizaban delante de sus ojos. 

“¿Qué dispone la voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga todo. Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible perder nada, si lo que tienes es lo que eres. Éste es el milagro mediante el cual la creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios”. 

“Esto no se entiende estando separado de Él, y, por lo tanto, no tiene sentido en este mundo. Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro”. 

“Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. Y sólo puede tener miedo de ello”. 

“¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser la incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?”

Un hermoso desafío se abría delante de José. Una equivocación se hacía evidente. La pregunta resonaba en su interior: “¿O es simplemente que te has equivocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?”. Lo cierto era que no habíamos dado con el punto adecuado para vivir una vida plena. La Voluntad de Dios estaba clara. 

Nuestra decisión era unirse con nuestro creador y gozar de ese mundo que nuestro Padre Celestial nos proponía. Estaba claro que debía terminar nuestra separación para vivir con fuerza nuestra plenitud junto a Él.

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