Samuel daba gracias en su interior a aquel autor que le afirmó que no era necesario pasar un gran tiempo para cambiar. El cambio se realizaba tan pronto como se comprendía uno a sí mismo, tan pronto como se comprendía la cuestión y los elementos que habían intervenido. “Si lo entiendes, si lo comprendes, cambias. Si no cambias es porque no los has entendido, no lo has comprendido”.
Fue un punto de retorno en la vida de Samuel. Por fin, había encontrado una definición del camino que debía andar para hacer esos cambios que en su interior deseaba en muchos momentos. No era cuestión de proponerse cambiar. No era cuestión de esforzarse mucho para hacerlo.
No era cuestión de sacrificios, de ayunos, de negaciones, de sufrimiento. Solamente era cuestión de comprenderlo y entenderlo. Así se resolvía toda la cuestión. El cambio se realizaba. No había más. Recordaba cuando veía a su equipo de futbol jugar con los otros equipos. Se ponía tenso, nervioso, intensamente emocionado e intensamente implicado.
Si todo iba bien para su equipo, estaba feliz, contento, relajado, disfrutando. En caso contrario, era un desastre. Había decidido no ver los partidos por lo mal que lo pasaba. Un día se preguntó a sí mismo por qué se tensaba tanto en esos partidos. Samuel reconoció que veía los partidos para ver ganar a su equipo. Solamente estaba dispuesto a verlo ganar. No aceptaba verlo perder.
Un día reconoció que era un juego. Debía admitir los dos resultados. Con esa apertura de su mente, la tensión desapareció, la lucha emocional disminuyó y la tranquilidad le hacía disfrutar del partido. Estaba dispuesto a acoger cualquier tipo de resultado. Su felicidad no se basaba solamente en la victoria. Su felicidad se basaba en el disfrute de un partido de fútbol.
Si perdía su equipo, lo aceptaba con deportividad, felicitaba a sus oponentes y reconocía que había disfrutado viendo el proceso del partido. Nada más comprendió este hecho, dejó totalmente de sufrir. Ahora disfrutaba con su equipo en cualquier ocasión.
“Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en absoluto. Pero aceptar que la corrección se puede llevar a cabo parece prolongarse una eternidad. El cambio de propósito que el Espíritu Santo le brindó a tu relación encierra en sí todos los efectos que verás. Éstos se pueden ver ahora”.
¿Por qué esperar a que se manifiesten en el transcurso del tiempo, temiendo que tal vez no se den, cuando ya se encuentran aquí? Se te ha dicho que todo lo que procede de Dios es para el bien. Sin embargo, parece como si no fuera así”.
Samuel seguía repitiendo en su interior aquella afirmación: “Si lo entiendes, si lo comprendes, cambias. Si no cambias es porque no los has entendido, no lo has comprendido”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario