lunes, mayo 29

EL PRESENTE LO ES TODO

Daniel pensaba en aquellos momentos donde tenía que acompañar a un padre a una autoridad educativa para clarificar el futuro escolar de su hija. La angustia por la negativa para obtener el permiso que necesitaba era fuerte en Daniel y en el padre. La visita era un mero trámite, pensaba Daniel. Pero tenía que hacerla. Era el último esfuerzo. 

Cierta inquietud vibraba en ambos el día en que, juntos en el coche, se dirigieron a la institución de la capital para realizar el encuentro. Nebulosas en las mentes, indefinición en las gargantas, temor en el estómago, desconfianza en la mente. Todo ello se aderezaba en una mañana gris y en unos semblantes preocupados. 

Una hora después estaban en aquel despacho de la persona oportuna. Una breve conversación, un sentimiento de incomodidad y los ojos hundidos se vieron sorprendidos por la respuesta de aquel responsable. El permiso se concedía y no tendría más problemas. Podía continuar con sus estudios. Lo dejaría reflejado en su historial personal. 

Los cambios de humor recorrieron el corazón y los estómagos de ambos. La alegría se reflejaba en su cara. La profunda satisfacción les dejó sorprendidos. Daniel pensó en la inutilidad de las preocupaciones que les habían embargado a toda la familia desde hacía varios días. 

“Todos los planes que haces para tu seguridad están centrados en el futuro, donde no puedes planificar. Todavía no se le ha asignado ningún propósito al futuro, y lo que va a ocurrir aún no tiene causa”. 

“¿Quién puede predecir efectos que no tienen causa? ¿Y quién podría tener miedo de dichos efectos a no ser que pensase que éstos ya han sido causados y los juzgase como desastrosos ahora?”

“La creencia en el pecado da lugar al miedo, y, al igual que su causa, mira hacia adelante y hacia atrás, pero pasa por alto lo que se encuentra aquí y ahora. Su causa, sin embargo, sólo puede estar aquí y ahora si sus efectos ya se han juzgado como temibles”. 

“Mas cuando se pasa esto por alto se protege la causa y se la mantiene alejada de la curación. Pues el milagro es algo que es ahora. Es el único tiempo que hay”. 

Daniel reconocía que no debía haber juzgado la situación como desastrosa sin ninguna posibilidad de solución. Esa posición y ese juicio le había creado la angustia. Debía admitir que todo en la vida tenía soluciones insospechadas. No era posible sufrir por el futuro. 

El sufrimiento se vivía en el presente si cerrábamos todas las vías y no nos quedábamos abiertos a las posibles incidencias que la vida nos pudiera ofrecer. Y, siempre todo, tenía una salida constructiva.

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