miércoles, mayo 10

VERDAD, JUSTICIA Y AMOR

Juan se debatía interiormente entre acusar o liberar a aquel alumno que había cometido una falta grave. Se decía para sí mismo que el objetivo del castigo era liberar. También el objetivo del perdón era la liberación. Ante aquella disyuntiva no lo tenía del todo claro. Le gustaría poder comentarlo de viva voz con algunas personas.

No podía hacerlo. Era una decisión que debía tomar el conjunto de padres y profesores del colegio, miembros del comité de disciplina. Sólo podía elaborar los argumentos en pro y en contra para fundamentar su conclusión. Juan reconocía que no tenía en su mano todos los conocimientos necesarios para emitir un veredicto bien fundamentado. 

Conocía la orientación en este sentido de algunos de los componentes del comité de disciplina. Para algunos de ellos, la inflexibilidad era la mejor manera de evitar la repetición de equivocaciones. Para otros, trataban de comprender mejor las circunstancias para estar más cerca de la realidad y comprenderla mucho mejor. 

Juan estaba más cerca de este grupo de componentes. Cuando se trataba de resolver un problema, siempre resaltaba el conocimiento de todos los detalles del problema para enfocar mucho mejor su solución. Se daba cuenta que la aplicación de justicia debía emanar de un gran corazón. 

“La justicia, no obstante, no puede castigar a aquellos que, aunque claman por castigo, tienen un Juez que sabe que en realidad son completamente inocentes. La justicia le obliga a liberarlos y a darles todo el honor que merecen y que se han negado a sí mismos al no ser justos y no poder entender que son inocentes”. 

“El amor no es comprensible para los pecadores porque creen que la justicia no guarda ninguna relación con el amor y que representa algo distinto. Y de esta manera, se percibe al amor como algo débil, y a la venganza como muestra de fortaleza”. 

Juan quería unir justicia y amor. La venganza era muestra de una fortaleza que sacaba lo peor del ser humano. Una mano amiga, una comprensión de los hechos, una valoración ajustada a la realidad, una consideración amigable como a nuestro propio hijo, era el camino para acertar en la decisión. Juan recorría el sendero para ir acercando verdad, justicia y amor

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